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Después de 26 años de pontificado, Karol Wojtyla fallece a los 84 años rodeado de sus más íntimos colaboradores

Juan Pablo II muere en su habitación del Vaticano tras dos días de agonía

Eran las 21.37 horas cuando el Papa exhaló un último «amén» y una bendición a sus fieles.

Publicado por
Íñigo Domínguez - vaticano
León

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«Amen», murmuró Juan Pablo II, mirando ayer la ventana de su habitación, alzó la mano en el gesto de una bendición final y murió a las 21.37 horas. El Vaticano lo comunicó al mundo 20 minutos después, con una simple frase a las agencias italianas: «El Papa ha muerto». En la plaza de San Pedro monseñor Leonardo Sandri, que dirigía la plegaria de la vigilia, lo anunció a una multitud atónita y conmovida. La campana de la mayor basílica de la cristiandad empezó a sonar de forma solemne. Karol Wojtyla, Juan Pablo II, de 84 años, falleció en su apartamento del palacio apostólico después de dos días de larga agonía. Su fiel secretario personal, Estanislao Dziwisz, sostuvo su mano en el último momento. El Papa, protagonista del tercer pontificado más largo de la historia, se deslizó en los umbrales de la conciencia, en duermevela, hacia su final después de 26 años al frente de la Iglesia. Era la víspera del domingo de la Divina Misericordia y de inmediato en el Vaticano se ha ligado esta fecha con la Virgen de Fátima, una relación misteriosa y constante, que empieza con el día del atentado, el 13 de mayo de 1981, día de esta festividad mariana. Años después, Wojtyla relacionó el ataque al tercer secreto de Fátima. Un mínimo de lucidez Las últimas informaciones oficiales puntualizaron hasta el final que el pontífice mantenía, dentro de una fiebre alta, un mínimo de lucidez. Ayer no se gastaron más palabras para precisar los detalles clínicos, el imparable declive de todas sus constantes vitales. El portavoz de la Santa Sede, Joaquín Navarro Valls, ya abandonó el lenguaje médico y sólo hizo acto de presencia a las once y media de la mañana para certificar el paso de las últimas horas de Juan Pablo II. «Las condiciones generales se mantienen sustancialmente invariadas, y por tanto son gravísimas», señaló. Durante la noche anterior se habían sucedido rumores que decían que el Papa había perdido la conciencia, pero Navarro situó este nuevo peldaño de descenso en el alba de hoy. Aunque puntualizó que «no se puede hablar de coma». «Cuando se le habla, a veces abre los ojos, a veces parece dormir, que reposa con los ojos». A las siete de la tarde, el segundo comunicado del día corroboró la situación, pero seguía manteniendo en pie la lucidez del pontífice: «Cuando se le pregunta, responde correctamente a las preguntas de los que conviven con él». La despedida Ayer Roma sólo esperaba. Ya la tarde del viernes el parte del Vaticano admitía que su respiración era «superficial», pero el Papa se mantenía agarrado a la vida con ese hilo de aliento. De hecho, el cardenal Joseph Ratzinger, su histórico colaborador en orientar la doctrina de la Iglesia, confirmó ayer que su visita del viernes por la mañana fue para despedirse. «Fui recibido, con otros estrechos colaboradores, y recibí el último saludo y el agradacimiento por el trabajo desarrollado en todos estos años», comentó hoy. «Lo he encontrado consciente de pasar al Señor». Entretanto, cada vez más cardenales iban llegando a Roma. Los 184 que están repartidos por el mundo y aún no lo han hecho cogen aviones y se preparan para viajar. Por ejemplo, el chileno Jorge Medina, que como cardenal protodiácono es el encargado de anunciar al mundo el nombre del nuevo pontífice después del cónclave. Paulatinamente se fueron rebasando los tabúes, las cuestiones espinosas, hasta que llegó el final.

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