Diario de León

Un velo de lino tras la última llamada

El Papa expiró tras una larga agonía y el cardenal camarlengo, el español Martínez Somalo, dijo dulcemente su nombre de pila: «Karol, Carolus». Luego cubrió su rostro

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Íñigo Domínguez - roma
León

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«Vere Papa mortuus est. Davvero il Papa è morto». Es verdad, el Papa ha muerto. Estas palabras, pronunciadas por el cardenal camarlengo, el español Eduardo Martínez Somalo, anunciaron la noche del sábado el fallecimiento de Juan Pablo II a las 19 personas que le rodeaban en ese momento en su habitación. Le vieron morir 14 y, salvo los cinco miembros del personal médico, eran todos polacos, sus amigos y asistentes. Fueron los primeros en comprender que asistían al final de un reinado de 26 años. Enseguida entraron en la estancia el camarlengo, el secretario de Estado y los ayudantes de ambos. Un poco más tarde llegaron los cardenales Joseph Ratzinger y Jozef Tomko, tal como ha notificado la Santa Sede para la historia. Ante todos ellos, Martínez Somalo realizó el ritual milenario. El médico personal del pontífice, Renato Buzzonetti, tal como redactó en su certificado de defunción, acababa de realizar ya una comprobación con electrocardiograma «durante más de 20 minutos». El cardenal riojano no llevó a cabo el rito tradicional, ya abandonado, de golpear tres veces la frente del Papa con un martillo de plata. La última vez que se hizo fue en 1878, con Pío IX. Sí le acercó una vela al rostro, siguiendo la antigua costumbre, y comprobó que la llama no vacilaba por el aliento. Luego extendió sobre el rostro un sutil velo de lino, que también permaneció inmóvil. Entonces volvió a apartar la tela y tuvo que elevar la voz para llamar por última vez a su viejo amigo por su nombre de pila. Lo hizo dulcemente, en polaco y en latín: «Karol, Carolus». Lo repitió de nuevo y el silencio se tornó mucho más pesado aún en la habitación. El rostro del Papa quedó ya definitivamente cubierto con el velo. Entonces y sólo entonces, Martínez Somalo pronunció la fórmula que anunciaba el fallecimiento y realizó un sencillo gesto que cerraba 26 años de pontificado, casi 10.000 días de papado: deslizó del dedo del pontífice el Anillo del Pescador. Junto a su sello personal, fue destruido. El murmullo de San Pedro entra en la habitación Uno de los sacerdotes polacos de la Curia, Jarek Cielecki, que trabaja en el servicio de información del Vaticano, ofreció detalles sobre los últimos instantes de vida de Karol Wojtyla. «Ha muerto mirando la ventana, rezando. Ha alzado una mano, iniciando el gesto de la bendición, ha hecho un esfuerzo enorme y ha pronunciado la palabra 'Amén'», relató. Sin embargo, según algunos periódicos italianos, el Papa habría entrado en coma unas dos horas antes de su muerte. Eran las 21.37 horas. Una hora y media antes, el Papa había asistido a su última misa, celebrada en su habitación. Comulgó y recibió otra vez la extremaunción. Luego esperó, completamente sereno. Las últimas visitas habían sido admitidas por la mañana y el resto del día ya nadie entraba y salía del apartamento privado del tercer piso del palacio apostólico. Así lo decidió don Estanislao , el temido secretario personal del papa, A medida que se acercaba la última hora, fuera, en la plaza de San Pedro, 50.000 personas acompañaban a Juan Pablo II, una presencia humana cuyo eco atravesaba los cristales en todo momento y seguramente llegaba a los oídos del pontífice. «Os he buscado. Habéis venido. Y os doy las gracias», fue la última frase, murmurada a duras penas, que logró hilar la noche del viernes a su secretario personal, Estanislao Dziwisz. Fue su despedida, una evocación del encuentro de este Papa con el mundo y con la gente.

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