El Pontífice reconoce su delicado estado de salud
En un discurso pronunciado ayer, después de su primera misa como Papa, Benedicto XVI reconoció su delicado estado de salud: «Le pido a Dios que supla la pobreza de mis fuerzas», dijo el nuevo Pontífice. Algo que ya había adelantado horas antes su hermano Georg, también sacerdote, en declaraciones a una cadena de televisión de su país: «Espero que su salud resista», manifestó, para a continuación asegurar que tiene una «inmensa alegría» pero está preocupado por las consecuencias del esfuerzo que le pueda obligar a realizar su nuevo cargo al frente de la Iglesia católica. Hay quienes consideran que el papa bávaro suplirá su delicado estado de salud -su voz es también bastante trémula- con «fuerza de voluntad». Pero nadie espera en Roma que Joseph Ratzinger realice viajes con tanta asiduidad como su antecesor. En septiembre del año 2001 sufrió un derrame cerebral que le afectó a la vista, por lo que tuvo que permanecer hospitalizado algo más de una semana en la clínica Pío XI de Roma. Se dice, además, que también sufre algunos problemas coronarios. En el año 2002, el anterior presidente de la Congregación para la Doc-trina de la Fe, el antiguo Santo Oficio, presentó su dimisión a Juan Pablo II precisamente por esta causa. Wojtyla le pidió que aguantara. Y Ratzinger lo hizo. A partir de esa fecha, su estado ha mejorado, aunque existe el rumor de que padece diabetes. En los últimos días, la prensa italiana ha publicado todo tipo de especulaciones sobre la sa-lud del Papa, e incluso algunos medios llegaron a asegurar que Ratzinger, de 78 años, pidió al resto de los cardenales que no le votarán, pues se encontraba «muy cansado». Su salida al balcón de la basílica el martes por la tarde sirvió de desmentido.