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Periodistas y cámaras convierten Marktl am Inn en un plató de televisión

El pueblo de Ratzinger festeja con emoción contenida la designación

Algunos habitantes de esta pequeña localidad ya han empezado a hacer negocio con la fama El Pontífice reconoce su deli

Georg Ratzinger, hermano del Papa, muestra un periódico con la noticia

Publicado por
León

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Marktl am Inn, el pueblo natal de Benedicto XVI en el sur de Alemania, se parecía ayer más al pueblo de E l Show de Truman , protagonizada por Jim Carrey, que a un tranquilo pueblo de Alta Baviera. Los periodistas y las cámaras de televisión convirtieron la Marktplatz, la plaza donde está la casa en la que nació Ratzinger en 1927, en un gran plató de televisión. «No damos abasto. He hecho entrevistas incluso con televisiones de México y de Japón», explicaba Hubert Gschwendtner, alcalde socialdemócrata (SPD) de Marktl am Inn. El alcalde confía en que la elección de Ratzinger como Papa sirva para atraer peregrinos y turistas a esta localidad de la Baviera profunda, cerca de la frontera con Austria. Al alcalde le gustaría que el Ayuntamiento comprara la casa natal, en el número 11 de la Marktplatz, para convertirla en una casa museo. «Es una propiedad privada. Pero no tenemos dinero para comprarla», explicó. La vivienda aparecía ayer cerrada a cal y canto. Marktl am Inn es un buen ejemplo del orgullo y la alegría contenida con que los alemanes han acogido la elección del Papa. «Por supuesto, estoy muy contento y orgulloso. Es bueno para Baviera», aseguraba con acento bávaro Franz Bruckmeier, que aprovechaba la afluencia de público para hacer propaganda de su pensión. Otros ya han empezado a hacer negocio con el nuevo Pontífice. La panadería-pastelería del pueblo vendía ayer ya la Tarta Benedicto XVI a 1,50 euros la porción y el Pan Vaticano a 1 euro los 500 gramos. Y con mucho éxito. Por la mañana ya se habían agotado. A Hans-Ulrich Müller, protestante de 68 años, le sorprendió el circo mediático cuando acudía a una cita con el dentista. «El nuevo Papa no tenía que ser alemán. Tenía que ser un Papa del Tercer Mundo, africano o sudamericano», explicaba Müller, quien reconocía que, al mismo tiempo, se sentía «orgulloso» de la elección de un bávaro como Papa. A diferencia de los polacos con Juan Pablo II, los alemanes no se han echado a la calle para celebrar que la elección del octavo Papa alemán después de 482 años. «Somos sobrios. No somos mediterráneos. No saltamos de alegría», explicaba Thomas Frauenlob, director del seminario de San Miguel en Traunstein.