Recorrido en Jeep descubierto
Benedicto XVI sorprendió a la multitud subiéndose en un «papamóvil» descubierto y dándose un baño de multitudes ante la presencia de personalidades de todo el mundo Los peregrinos empezaron
En papamóvi l. En Mercedes. A pie. Ayer fue el fin de muchas especulaciones. Entre otras, las que hablaban de si el Papa se daría o no un baño de masas. Había masas y lo hizo. Benedicto XVI sorprendió a la multitud subiéndose a un Jeep descubierto, del mismo modelo que ya utilizara Wojtyla antes de que empeorara su salud. En pie, con báculo, palio, sello, casulla y mitra, agarrado a una barandilla del coche, blanco y con la matrícula SCV-1, el Pontífice fue vitoreado al grito de «¡viva el Papa!», en castellano y en alemán. El viaje no duró mucho, pero para algunos, como Simona y Luca, italianos, fue suficiente: «Hoy está mucho más cerca de nosotros», manifestaron. Rosa obispo, negro sacerdotal, casullas blancas y doradas, 3.000 roquetes del color de las nubes (de las pocas que se asomaron ayer por Roma). Y aplausos. Aplausos al Pontífice y a los Reyes de España, los únicos que merecieron ayer, al margen de Benedicto XVI, el cariño generalizado de los presentes en el lugar en el que Pedro sufrió su martirio. Juan Carlos y doña Sofía, que rezaron ante la tumba de Juan Pablo II, llegaron a las diez menos veinticinco y fueron situados en un lugar preferente en la zona destinada a las autoridades, frente al altar desde el que el nuevo Papa se dirigió a los fieles. A su lado, en el mismo banco, el número 3 de la Iglesia, el arzobispo de Buenos Aires, Leonardo Sandri, que es presidente de la Pontificia Comisión para el Estado de la Ciudad del Vaticano, con similares funciones a las de un ministro de Asuntos Exteriores, y además es sustituto del Secretario de Estado, Ángelo Sodano. Ambos, el Rey y Sandri, charlaron animadamente antes del inicio de la ceremonia. La ubicación en el mismo banco fue interpretada por muchos vaticanistas como un mensaje de la Santa Sede, en el sentido de que su desencuentro no es con los españoles, sino con su Gobierno, que estuvo representado por el ministro de Justicia, Fernando López Aguilar, cuya presencia en Roma fue considerada una provocación en algunos medios, el de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, y el de Defensa, José Bono. A la derecha de la reina Sofía se situaron el gran duque Enrique de Luxemburgo, y su esposa. Al lado de ellos siguió la homilía de Benedicto XVI el príncipe Alberto II de Mónaco, además, del rey de Suecia, Carlos Gustavo. Entre las autoridades que acudieron a la misa de inicio del pontificado, representando a un total de 140 delegaciones, también se encontraban el presidente de Alemania y el primer mini-tro de Francia, Horst Köhler y Jean Pierre Raffarin, el prínci-pe heredero de Bélgica, Felipe, el de Liechtenstein, Alois, y el de los Países Bajos, Guillermo Alejandro. El príncipe Felipe de Edimburgo, el presidente de la Comisión Europea, el portugués Durao Barroso, y el gobernador de Florida, Jeb Bush, completaron las primeras filas. Representantes chinos Llamó la atención la presencia de representantes chinos, como el ministro del Interior Jia Chyuan Su. Todas las delegaciones fueron recibidas luego en visita privada.