Diario de León

| Crónica política |

El PCTV niega que sus interventores sean miembros de Batasuna ZP sueña con el modelo gallego

El tándem Zapatero-Blanco está empeñado en ganar las elecciones gallegas con el fin de que Touriño gobierne con las claves autonómicas del modelo español diseñado por los socialistas

El asunto del PCTV ya sólo le interesa a Acebes y a Zaplana

El asunto del PCTV ya sólo le interesa a Acebes y a Zaplana

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Manuel Campo Vidal - colpisa | san sebastián

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El Partido Comunista de las Tierras Vascas ha negado que los interventores que representaron a la organización en las elecciones autonómicas del 17 de abril fueran de Batasuna. La diputada electa Maite Aramburu aseguró que fueron simpatizantes de su formación que acudieron a ayudar movidos por una «marea de solidaridad» y pidió al presidente Rodríguez Zapatero que «envaine la espada de Damocles» que, en su opinión, ha colocado sobre sus cabezas. Aranburu, que compareció en rueda de prensa en San Sebastián junto a la número uno por Guipúzcoa, Nekane Erauskin, respondía así a las declaraciones del fiscal general del Estado el jueves, en las que señalaba que el hallazgo de «muchas coincidencias» entre los interventores del PCTV y Batasuna podría conducir a «un futuro proceso de ilegalización» de la formación «abertzale». Parte de una «campaña» Según la diputada electa, las palabras de Conde Pumpido forman parte de una campaña «de agresiones antidemocráticas que estamos padeciendo en las últimas semanas», en la que incluyó el «reconocido espionaje diario» a candidatos de sus listas y la investigación de los 27.000 firmantes a favor de la lista -finalmente ilegalizada- de Aukera Guztiak. Maite Aranburu y Nekane Erauskin insistieron en que EHAK es un partido legal que tiene un «compromiso de paz y democracia» y cuyos «derechos civiles y políticos» no pueden ser «conculcados». «PCTV -añadieron-- está soportando presiones fascistas intolerables. Todo parece indicar en el estado mayor de la política española que en la estrategia el PSOE para los próximos años, Galicia ocupa un lugar muy destacado. Más importante incluso de lo que creen los militantes socialistas de base que, en parte, acusan la campaña que sostiene lo contrario. De hecho, el tándem Zapatero-Blanco está empeñado en ganar las elecciones gallegas para que Touriño gobierne con las claves autonómicas del modelo de España que han diseñado los líderes socialistas. «Necesitamos gobernar en una autonomía histórica como es Galicia para combinar progreso económico con un desarrollo del Estado innovador que ofrezca estabilidad en las próximas décadas», sostiene en una conversación privada José Blanco. Cualquiera podría deducir de su razonamiento que lo que acontece en Cataluña no es para nada el modelo que Zapatero y él tienen en mente, porque, al fin y al cabo, Cataluña es comunidad histórica y Maragall socialista, aunque Rodríguez Ibarra crea que es más nacionalista que otra cosa. Ese diseño estratégico explica que el PSOE tenga más interés que nunca en obtener el mejor resultado de su historia en Galicia y por eso que Zapatero, su partido y su Gobierno se vuelquen en Galicia en las próximas semanas. Quienes aún sostienen en Galicia que tampoco esta vez el PSOE tiene demasiado interés en ganar, se equivocan totalmente. La desidia histórica de los socialistas parece concluida: no les venía mal durante el felipismo que Fraga construyera su Baviera particular en Galicia porque ellos ya gobernaban España y otras autonomías. De ahí el escaso interés en apoyar a sus propios candidatos, léase González Laxe, Sánchez Presedo y después Abel Caballero. Este último tuvo su oportunidad en el peor momento, ya iniciado el declive socialista, e incluso sufrió un golpe en plena campaña que anuló sus expectativas. Lo recordarán bien: fue en un mítin en Ourense, donde a Felipe González se le ocurrió anunciar públicamente que se retiraba de la política. «A partir de aquel momento percibí que la campaña estaba muerta y mis pocas posibilidades liquidadas», recuerda Abel Caballero, probablemente el candidato mejor preparado del socialismo gallego, pero con el grave inconveniente electoral de que no les gusta el pulpo, ni bebe albariño y así se hacen pocos amigos. Un Zapatero muy tierno En su primera oportunidad, Touriño tuvo a Zapatero como apoyo todavía demasiado tierno. Pero la segunda, y probablemente última, el dibujo es bien distinto. Blanco confiesa que no hay campaña electoral que le haga más ilusión que ésta y, escuchándolo, cualquiera diría que se la ha tomado como si el candidato fuera él mismo. Así que el duelo Touriño-Fraga esconde en realidad otros pulsos, algo así como el Rajoy-Blanco, porque ambos son gallegos y tienen una implicación emocional particular, especialmente Rajoy, no tanto por gallego, como porque quizás se juegue su futuro. Pero aún más, incluso un pulso Zapatero-Aznar, entendiendo en esos apellidos dos épocas bien distintas o dos equilibrios autonómicos nada coincidentes, el que el nuevo Gobierno promueve y el que corresponde a un régimen que ha servido en los primeros 25 años de democracia pero parece agotado. Con ese planteamiento de fondo, la batalla se anuncia feroz y la expectación en el resto de España máxima. En Madrid, en Andalucía o en Canarias, por ejemplo, no hay tertulia periodística, política o conversación de negocios en la que no se pregunte intensamente por Galicia y por Cataluña. En el primer caso con expectación real y en el segundo con preocupación creciente y con un relativo hastío. Es curioso advertir que lo del País Vasco, donde todavía hay que formar gobierno y alguien amague con la necesidad de repetir elecciones en octubre, ya interesa mucho menos. La única preocupación en España era si Ibarretxe saldría adelante con su plan de corte secesionista. Una vez aclarado que fracasó en las urnas y que seguiremos más o menos con los problemas de siempre -lo del terrorismo cada vez más debilitado pero sin resolver y con alguna que otra provocación- la opinión pública y el empresariado ya quedaron tranquilos. Se diría que el asunto, aunque nada insignificante, del Partido Comunista de las Tierras Vascas interesa exclusivamente a Acebes y a Zaplana, que lo han convertido en su único discurso. Pero incluso se puede interpretar ese hecho como una muestra más de la desconexión que existe actualmente entre la derecha económica española y la política. Matrimonios gais La economía va todavía bien y el paro está más bajo que nunca, lo que no quiere decir que no haya problemas. El precio del petróleo y la sequía juegan en contra pero todavía no se ha culpado de ello a Zapatero. Lo de los matrimonios gais puede gustar más o menos, pero al final termina resultando algo estético, salvo para los afectados -casi el diez por ciento de la población española- que lo celebra y para Rouco Varela que se exaspera. En esas circunstancias, la economía y la sociedad viven relativamente en calma excepto un sector de políticos y periodistas que sostienen que España puede acabarse un día de estos.

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