| Análisis | La reforma constitucional |
El niño, la niña o las Cortes
La reforma de la Carta Magna a la que obliga el embarazo supondrá un proceso complejísimo pero goza del consenso de todos los grupos políticos en el Congreso
Si lo habitual fuera lo normal, la noticia de la futura paternidad de los Príncipes de Asturias duraría lo que un caramelo a la puerta de un colegio. Comunicada la buena nueva para general conocimiento, lo que procedería sería felicitar a los papás y a sus familias, y a otra cosa mariposa. Pero los aconteci-mientos no discurrirán ahora de ese modo. Y no porque los españoles seamos especiales, sino porque lo son las monarquías. Incluso cuando éstas han sido parlamentarizadas, como ocurre con las que aún perviven en Europa, la esencia de las monarquías es que en ellas resulta muy difícil distinguir lo privado de lo público. Pudimos comprobarlo en España, con toda claridad, primero a cuenta de los noviazgos del príncipe Felipe y, después, a cuenta de su boda con la que hoy es su mujer y dentro de nueve meses será -si todo, como es deseable, marcha bien- la madre de su hijo o de su hija. De hecho, el que lo que venga sea un varón o una mujer, tiene en este caso una relevancia peculiar, pues de ello puede depender, sino la necesidad, sí la perentoriedad de la reforma constitucional que, en relación con la Corona, figura en el programa del Gobierno socialista. Preferencia del varón Como es sabido, esa reforma iría dirigida a derogar la preferencia del varón sobre la mujer en la sucesión a la Jefatura del Estado que establece el artículo 57 de nuestra ley fundamental. Aunque el procedimiento para el cambio constitucional resulta en esta materia complejísimo, tal dificultad viene compensada por el acuerdo prácticamente unánime al respecto: nadie duda, ni dentro ni fuera de las Cortes, de que la igualdad en la sucesión entre hombres y mujeres es el único principio que resulta ya aceptable en la España del siglo XXI. ¿Qué ocurriría, así las cosas, si el hijo que esperan los Príncipes de Asturias fuera un varón? Es muy sencillo: que la reforma constitucional perdería no su sentido, pero sí su necesidad a corto plazo. Y es que si el primogénito fuera un varón, no habría lugar a aplicar por un período de dos generaciones esa preferencia que hoy nadie entendería: al Rey Juan Carlos le sucedería, en su momento, el Príncipe Felipe; y al Príncipe Felipe, cuando tocase, su heredero. Bien distintas serían las cosas si la primogenitura correspondiera a una mujer, pues, en tal supuesto, con la Constitución ahora vigente podría plantearse un feo conflicto de nacer un segundo vástago varón: un varón al que la reforma constitucional habría de privar de su prefe-rencia con carácter retroactivo. Por eso, si doña Letizia tuviera dentro de seis meses una hija, los trámites para la reforma constitucional de la Corona deberían acelerarse de inmediato. La única alternativa -solicitar a los jóvenes esposos que esperen por las Cortes- haría, desde luego, a nuestro parlamento famoso en el mundo.