Diario de León

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Más garra que talante

Juan Rodríguez Zapatero, Juan Rodríguez Lozano y Sonsoles Espinosa

Juan Rodríguez Zapatero, Juan Rodríguez Lozano y Sonsoles Espinosa

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P. de las Heras - madrid
León

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Incluso los hombres tranquilos muestran, en ocasiones, dientes muy afilados. José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy fueron un día ejemplo de cómo es posible entenderse a pesar de las diferencias ideológicas. Corría el año 96 y el líder de la oposición era ministro de Administraciones Públicas; el jefe del Ejecutivo, portavoz de su partido en la comisión del ramo. Por la buena relación que mantuvieron en aquella época algunos auguraron que ésta sería una legislatura relajada. Erraron. Los «reyes del talante» protagonizaron ayer uno de los debates sobre el estado de la nación más tensos de los últimos años. El ambiente venía caldeado de antemano. El temor de los populares a un supuesto diálogo entre el Gobierno y el entorno de ETA, y la indignación del Ejecutivo ante las críticas de la oposición hicieron saltar chispas en las últimas sesiones de control en el Parlamento. La diferencia es que los plenos de los miércoles son ágiles y las intervenciones breves. Pero ayer, con tiempo para explayarse, Rajoy y Zapatero sacaron las uñas y escenificaron una distancia abismal con sendas acusaciones de traición: a los «muertos» ( en el caso Rajoy) y al Gobierno ( en el caso de Zapatero). La mañana había transcurrido con calma. El jefe del Ejecutivo dedicó dos horas a hacer balance de su primer año de Gobierno mientras su mujer y su padre le escuchaban atentos desde una tribuna de invitados inusualmente vacía. Zapatero utilizó para algunos (desde Izquierda Unida a CiU, pasando por el PNV) un tono «excesivamente triunfalista»; para otros, (los suyos) un discurso «apabullante», y los más susceptibles (los del PP) detectaron en sus palabras un cierto recochineo. Pero nada que alterara los ánimos. Manuel Marín ya se las prometía felices cuando la trifulca llegó a la Cámara. En toda la mañana, cosa rara, el presidente del Congreso no había tenido que llamar la atención a ningún diputado. Pero cuando empezó el cara a cara entre los doslíderes políticos, la cosa cambió. En las filas socialistas había orden de no armar bronca. Quedó patente en uno de los momentos más tensos del debate, en un gesto apaciguador del secretario de Organización del partido, José Blanco, a sus huestes. En la bancada popular, en cambio, el griterío fue tan constante como de costumbre. Marín -empeñado en hacer del Congreso un ejemplo de buena educación- había prometido «cintura política». Y cumplió durante la mayor parte del rifirrafe. Siguió los discursos reclinado sobre su asiento, con aire relajado. Pero a las cinco de la tarde, un fuerte revuelo en las filas del PP le sacó de su aparente tranquilidad. «No sé quién le está empujando en su línea de hacer partidismo con el terrorismo -acababa de decir Zapatero a Rajoy- pero quien sea no quiere bien a los españoles» . Al grito de «traidor», el sector más temperamental del PP interrumpió las palabras de presidente y provocó las protestas del PSOE. «Están empezando a producirse, en mi opinión -dijo flemático Marín- expresiones que están desbordando el límite de este debate político. Quería que lo hiciéramos como esta mañana. Pido a los responsables de los grupos parlamentarios que controlen sus expresiones porque, simplemente, no las puedo permitir». Desde arriba, Sonsoles Espinosa observaba a su marido con gesto serio. Rajoy, en cambio, no pudo contar con el apoyo moral de su mujer -que espera un hijo para finales de julio y necesita reposo- pero contó con el respaldo de Esperanza Aguirre.

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