Diario de León

| Crónica | Segundo aniversario sin muertos |

Dos años sin funerales por atentados terroristas

Mañana se cumplen 24 meses del atentado de Sangüesa (Navarra), el último en el que ETA mató

Imagen del último atentado mortal de ETA, en Sangüesa

Imagen del último atentado mortal de ETA, en Sangüesa

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Melchor Sáiz-Pardo - madrid
León

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Bonifacio Martín Hernando, de 56 años, natural del pueblo abulense de Sanchorreja, y Julián Embid Luna, de 53, nacido en la localidad zaragozana de Saviñán, policías los dos, murieron asesinados por una bomba lapa de ETA en la población navarra de Sangüesa el 30 de mayo del 2003. Han transcurrido dos años. Fueron las últimas víctimas mortales de la organización terrorista, que nunca desde 1969 ha pasado por un período tan largo sin engrosar su lista de asesinatos. Ni siquiera durante la tregua de 1998 y 1999 la organización hizo callar sus pistolas por tanto tiempo. Entonces fueron 18 meses sin funerales: desde el 15 de junio de 1998, día en que asesinó al concejal del PP de Rentería Manuel Francisco Zamarreño, hasta el 21 de enero del 2000 en que los terroristas mataron en Madrid al teniente coronel Pedro Antonio Blanco. Las fuerzas de Seguridad no dudan de que este periodo sin muertos es fruto, en buena medida, de la «debilidad operativa» de una ETA golpeada en todos sus flancos, y que sólo durante el último año ha visto caer a 160 militantes, incluida una decena larga de dirigentes. entre ellos los dos máximos jefes Mikel Albizu, Mikel Antza, y Soledad Iparragirre, Anboto. No hay triunfalismos. Los servicios de Información tienen claro que incluso la ETA más agotada tiene capacidad no sólo de matar, sino de provocar una matanza casi cuando quiera. Buena muestra de esta amenaza son las frías estadísticas de las actividad terrorista durante estos dos años sin víctimas mortales: en los últimos 24 meses, los comandos han atentado en 70 ocasiones, han colocado una bomba cada diez días, han provocado 80 heridos, centenares de damnificados y decenas de millones de euros en daños. Muchos de estos atentados habrían sido mortales si no hubieran estado precedidos por las habituales llamadas de alerta de los terroristas.

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