Diario de León

«Al bajar vi a gente que se sentaba y se abandonaba en un sueño mortal»

El leonés relató lo difícil del final de la ascensión, como recoge la foto

El leonés relató lo difícil del final de la ascensión, como recoge la foto

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León

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«Pensé que no había subido, que lo había soñado. Me dí cuenta de que era cierto cuando empezó el satélite a funcionar y comencé a recibir la enhorabuena de todos: de mi familia, desde las instituciones: entonces me di cuenta de que era verdad, que había hecho el Everest», reconoció. Negó que hubiera momentos críticos en su ataque a la cima. «Me hago fuerte y no paro a pensar en los peligros; si lo haces te darías la vuelta. Además hubo un momento de viento en el que perdí una manopla, me quedé con el guante fino y temí por los dedos de la mano. Eso me dio fuerzas para descender más rápido». Sólo reconoció problemas a su regreso al campo IV, donde vientos huracanados le habían destrozado la tienda. Eran las tres de la mañana e intentó bajar al III, pero «no siento los dedos, tengo un frío horrible: di la vuelta y calenté los pies con el infernillo. Pensaba que me los iba a congelar. Volví a la tienda, rota, donde tuve que pasar la noche con ventisca y un palmo de nieve sobre el saco, con un frío horrible hasta que a las seis de la mañana pude bajar». Reconoce que el descenso es lo más peligroso: «Uno se ceba con la cima y la gente agota las fuerzas. Al regresar vi a gente que se sentaba y se abandonaba en un sueño peligroso y mortal, del que muchas veces no se sale por el agotamiento: le llaman la muerte dulce. Hay que hostigarles para que se muevan. Yo a una chica tuve que agarrarla de la chaqueta y tirar fuerte: no reaccionaba, llevaba cinco horas sentada porque se había agotado en la subida y la gente va quedando en la bajada. Es cuando vienen los problemas». A la pregunta de si quiere ser como Juanito Oyarzábal, responde con ironía: «Ni mucho menos, porque le faltan dedos y yo pienso venir con todos. En serio: me llamó por el satélite, entre otras cosas porque era de él, y me dijo que quería venir conmigo a la Antártida. Iremos juntos al Binson».

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