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| Crónica | Panorama político |

Mariano tiene futuro sin laXunta

Si el PP no alcanza la mayoría absoluta, Rajoy hará lo que crea conveniente. Pero la responsabilidad de los resultados de Fraga es suya: él se empeñó en ser candidato

Publicado por
Manuel Campo Vidal
León

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Nunca unas elecciones gallegas habían sido tan determinantes para un partido político en España como lo serán para el PP las del 19 de junio. Y no, como se publica, por una hipotética dimisión de Rajoy si Fraga no alcanza la mayoría absoluta. Rajoy hará lo que crea conveniente si eso se produce, pero la responsabilidad de los resultados de Fraga es suya fundamentalmente: él se empeñó en ser candidato contra la opinión de los que recomendaban renovación y él preside el PP gallego, que está profundamente dividido y que ha tolerado algunos enriquecimientos sorprendentes. Al conselleiro López Veiga hay que remitirse para más datos, porque fue quien se atrevió en público a referirse a estas cosas delicadas, y es de agradecer que lo hiciera, de las que se habla tanto en privado. Con ruego de no citar, una personalidad gallega con alto cargo en el último Gobierno de Aznar, comentaba al Diario: «Los que vivimos de nuestro sueldo y creemos en el servicio público no podemos sentirnos cómodos con otros que en el mismo período se han hecho casas espectaculares». Pero, aún con todo, Fraga, que no se ha enriquecido en la política, será el candidato más votado. Otra cosa es que el Partido Popular, como acaba de demostrarse en Canarias, tenga una incapacidad manifiesta para las alianzas. Está obligado a ganar por mayoría absoluta o condenarse a la oposición. Desde la indigestión electoral del 14-M, el Partido Popular juega a todo o nada. No es el estilo natural de Rajoy pero es el que promueven Acebes y Zaplana inspirados por Aznar. Y ante el 19 de junio han sacado todos los tanques disponibles a la calle. El pasado sábado, detrás de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, que está en su derecho de manifestarse, pero que guardaba silencio y no se escandalizaba cuando Aznar enviaba comisionados a hablar con ETA. Y el próximo sábado, jornada de reflexión electoral en Galicia, detrás del Foro de la Familia y de la Conferencia Episcopal contra los matrimonios entre homosexuales, manifestación para la que se calcula que están ya contratados cerca de trescientos autobuses. De momento. Algo similar ha sucedido en la Comisión de Investigación del 11-M, donde el Partido Popular pide investigar a altos mandos policiales en la época que estaban a las órdenes de Ángel Acebes, ministro del Interior. Si se produjeron negligencias, como parece, antes del terrible atentado terrorista, justo es que se investigue y se juzgue si es preciso, pero resulta pintoresco que lo exijan quienes tenían en aquel momento aquella responsabilidad política y se ofenden cuando se les recuerda. Pero todas esas situaciones forzadas inspiradas en el «todo vale» han de tener un límite y el 19-J puede serlo, independientemente de los costes colaterales que produce esa crispación. Coste colateral es, por ejemplo, que Pilar Manjón, presidenta de otra asociación de víctimas del terrorismo distinta a la que convocó el sábado, haya tenido que salir de Madrid ante las amenazas y los insultos que recibe. «Mi pecado es que a mi hijo no lo asesinó quienes ellos querían», se lamentó, en medio de otras declaraciones no siempre acertadas. Política de oposición El 19-J puede ser un día muy importante para el PP en España, aunque parezca paradójico, si Fraga pierde la presidencia de la Xunta. Y no sólo si las gana. Porque después de haberse echado a la calle olvidando que a Zapatero le recriminaba Aznar su afición a la pancarta, después de haber paralizado sesiones en el Parlamento andaluz, de pedir responsabilidades para los de abajo esquivando la propias y de haber recuperado el propio Fraga la escalada verbal que recordaba tiempos pasados, quizás será momento de pensar en hacer otra política de oposición. Tan dura como se quiera, pero política y no sólo confrontación. Y para esa tarea, nadie es más capaz en el Partido Popular que Mariano Rajoy por su brillantez parlamentaria y su capacidad negociadora. Después del domingo, si el Partido Popular conserva la Xunta, el sector más intransigente del PP español obtendrá una prórroga de tiempo al creer refrendada su táctica. Si no es así, el sector más inclinado al centro, que es el que gana las elecciones, tendrá la oportunidad de plantear que la estrategia de la tensión no conduce a buen puerto. Al menos, así lo esperan algunos dirigentes populares. Pero no sólo de Galicia vive la crónica política porque, además del atentadorecordatorio de ETA en Zaragoza que amenaza con convertirse en semanal, hay que reseñar el paseo triunfal de Rodrigo Rato por la Asamblea de las Cajas de Ahorro el pasado jueves. Concentración política Había tanto poder político y económico reunido en torno a Rato y a Juan José Quintas, presidente de la Confederación, que se optó por leer las ausencias. Estaba Pedro Solbes, que le entregó el Premio Nueva Economía 2005, el presidente del Senado, el ministro del Interior, Mariano Rajoy, Ruiz Gallardón, Esperanza Aguirre, Fidalgo y Méndez, Florentino Pérez y Fernández Tapias, Ana Botella, Trillo, Zaplana, Pío Cabanillas, etc. Faltaba Francisco González del BBVA, Cesar Alierta de Telefónica, ambos de viaje en América, y Manuel Pizarro de Endesa, en otro acto simultáneo. Todos ellos deben su cargo a Rato. Su ausencia fue muy comentada allí, en aquella especie de tertulia del corazón económico política. Entretanto a Maragall, Carod y Cía. les ha salido un brote de exasperación ciudadana inesperado. Por más se trate de desprestigiar a los firmantes del manifiesto, hay una parte de la ciudadanía catalana que lo comparte en silencio. El manifiesto se llama «Por un partido nuevo» y nace para resolver el «déficit democrático que padece Catalunya». Quizás no vayan muy lejos, porque crear un nuevo partido es casi imposible, pero irá a más. Lo firman Boadella, Félix de Azúa y Carlos Trias entre otros, y tiene frases tan rotundas como la que define a Esquerra Republicana como «la extrema derecha catalana». Su arrojo no será en balde.

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