| Crónica política | Vuelco electoral en Galicia |
España mira a Anxo y Touriño
Galicia está de moda. Encarrilado el Gobierno vasco hacia no se sabe dónde y contenido el show catalán al suspender las preguntas en las ruedas de prensa, lo que suceda en Galicia es lo que más interesa en la política nacional. Vienen tiempos de sequía electoral -hasta mayo del 2007 no habrá municipales y regionales- y sólo la otra sequía, cada vez más grave, puede deparar enfrentamientos entre comunidades, aunque no entre partidos. Fíjense en el salomónico trasvase del Tajo al Segura aprobado por el Gobierno el pasado viernes: Castilla-La Mancha lo tacha de «irresponsable» y Murcia de «insolidario». Pero en cada una de las dos comunidades PP y PSOE hacen causa común. Y, desde luego, la agresividad del gobierno castellano-manchego, socialista, contra la decisión de Zapatero marca límites de insumisión desconocidos hasta ahora. Salvo la deplorable guerra del agua, políticos, comentaristas y empresarios debaten sobre Galicia: si el experimento de socialistas y nacionalistas se parecerá al de Cataluña; si se cumplirá la previsión de que Touriño pueda ser mejor presidente que candidato; si Anxo Quintana encabezará un nacio-nalismo inteligente, distinto, o se limitará al seguidismo de catalanes y vascos que no hablan más que de estatuto y autodeterminación; si la pérdida de poder acarreará una fractura en el PP gallego; etc. Digna derrota de Fraga De momento vaya por delante que Fraga ha quedado en la foto con una dignidad admirable y que el reconocimiento a su figura por parte de Touriño y Paco Vázquez ha sido de una corrección poco común. Es más: Fraga ha frenado las tentaciones de una cruzada de impugnaciones y Rajoy ha dado muestras de controlar la situación interna mejor de lo que algunos en su propio partido esperaban. Para no desaparecer del escenario, la ManiFaes del PP se ha tenido que ir a Sevilla, donde Aznar, con Arenas de anfitrión, soltó una de esas frases que sólo su literatura política es capaz de generar: «Cavando trincheras de odio, no se gobierna un país». Como dice Alfonso Guerra: «Solo se pueden decir esas cosas sufriendo mucho internamente». (En realidad él dice «intennamente») Pero fíjense que Aznar no hablaba a propósito de Galicia, sino de Federico Trillo, el ex ministro que no merece que le asalten con insultos en los pasillos del Congreso. Pero hubiera hecho mejor en dimitir en su día y no ofrecerse como tapadera de una situación patética, desde las comisiones acumuladas que llevaron a los militares a viajar con altísimo riesgo, al engaño a las familias entregándoles unos cuerpos sin identificar. En los anales de la chapuza nacional, la tragedia del Yak-42 figurará en lugar destacado y Trillo no podrá sacar su apellido de ahí. Los ojos puestos en Galicia España mira a Touriño y, según impresiones recogidas, espera de él que no dé la sorpresa, como Maragall desbordando a los nacionalistas. No se espera eso por su propia personalidad y porque ahí está Pepe Blanco de guardia con este análisis: «Necesitamos que un socialista gobierne en una comunidad histórica en sintonía con el Go-bierno central, sin experimentos, para contribuir a serenar el panorama político». Si la nueva Xunta lo hace, Galicia habrá ganado puntos en España. Para los consultados, Anxo Quintana es una incógnita. Tuvo una espléndida intervención en Madrid, días antes de las elecciones, con una música nueva y esperanzadora de la Galicia emprendedora que él quiere apoyar. Pero es cierto que en los últimos días sólo se le ha escuchado el manido bolero de la autodeterminación. Medio ofendido cuando se le ha comparado con Carod Rovira, el dilema de Anxo es bastan-te nítido: o hace seguidismo de los nacionalistas al uso o promueve una versión inédita del nacionalismo vinculado a los problemas de Galicia y no a los lugares comunes ideológicos. Hay que tomar nota de lo que sucede en Cataluña: una encuesta de la semana pasada sitúa el Estatuto en undécimo lugar de las preocupaciones de los catalanes. Sin embargo, toda la clase política se pasa el día hablando de la undécima preocupación de la gente y no de las diez primeras. Cuesta creer que, en una encuesta similar en Galicia, el estatuto figure en posiciones preferentes. Y por último, expectación en España sobre el PP gallego. Un ex conselleiro de Fraga comentaba ayer a este periódico su sorpresa por el resultado tan ajustado: «Creía que el PP quedaría con menos escaños porque la situación antes de la campaña electoral era comparable con la fractura de UCD que llevó a aquel hundimiento». El PP ha resistido pero ha salido de la Xunta al faltarle solo un diputado, lo que debería ser motivo de seria reflexión: ¿Está condenado a ganar siempre por mayoría absoluta porque está tan aislado que es incapaz de aliarse con un solo diputado?. Zarzalejos acaba de poner los pelos de punta a toda la derecha del país al sugerir desde el mismísimo ABC que el PP gallego negocie con los nacionalistas para seguir gobernando. Parece impensable pero es un magnífico ejercicio para terminar aceptando la realidad del aislamiento político y de las indigestiones que se arrastran. Quizás por eso Piqué ha dicho que «con el cierre de la Comisión del 11-M se acabó la digestión del 14-M». Seguramente eso es así para Rajoy pero existen serias dudas de que Aznar, ejemplo, comparta esa opinión.