Cuatro explosiones consecutivas afectaron a tres estaciones de metro y un autobús urbano en el centro financiero de la capital británica en plena hora punta
Al Qaeda ataca Londres con la táctica del 11-M
El balance oficial deja de momento 37 muertos y 700 heridos, 50 de ellos en estado c
Los londinenses temían que tarde o temprano iba a ocurrir un aten-tado. Desde ayer tiene fecha: 7-J, cuando el terrorismo islamista que sacudió Nueva York y Madrid se cernía esta vez sobre Londres. Al menos cuatro bombas, tres en vagones de metro y una en un autobús abarrotado de viajeros, estallaron la mañana de ayer de forma sincronizada. Según el recuento oficial, el número de víctimas mortales ascendía a 37 y el de heridos a 700. Trescientos fueron hospitalizados y 45 de ellos estaban en estado crítico. Aunque la embajada de España señaló que no tenía constancia de víctimas españolas, al menos la me-norquina Silvia Mascaró Martínez, de 28 años, sufrió heridas de carác-ter leve y no ha sido hospitalizada. Desde Mahón, su familia explicó que Silvia trabaja en una escuela y que reside en la capital desde hace cinco años. Los servicios de inteligencia bri-tánicos llevaban 48 horas en estado de alerta. En Escocia se celebraba la cumbre del G-8 y sólo 24 horas antes Londres había sido elegida para celebrar los Juegos Olímpicos. Era una situación propicia para que los terroristas islamistas decidie-ran dar luz verde a sus propósitos asesinos. Así lo hicieron y en una cadena de explosiones coordinadas, que hacían revivir la pesadilla del 11-M en Madrid, convertían Londres en una carnicería de cuerpos desmembrados y quemados, y llevaban el caos más absoluto a una capital de nueve millones de habitantes. Explosión en el metro La primera explosión tuvo lugar a las 8.51 horas (una hora más en España) en plena rush hour (hora punta), en la que más de un millón de personas llega a trabajar a Lon-dres en trenes, metro y autobuses. El artefacto estalló en un túnel entre las estaciones de Liverpool Street y Moorgate. Hubo siete muertos. La segunda explosión tenía lugar cinco minutos más tarde en un va-gón de la línea Picadilly mientras circulaba entre las estaciones de King's Cross y Russell Street. Aquí la policía contó 21 fallecidos. La tercera explosión ocurría a las 9.17 horas en un tren que salía de la estación de Edgware Road hacia Paddington, estallido que afectó a dos trenes detenidos, provocando en uno de ellos un gran boquete. Allí perecieron siete pasajeros. A las 9.47 un típico autobús lon-dinense de doble piso saltaba por los aires en el cruce entre Woburn Square y Tavistock Place, a poca distancia del Museo Británico. El número de fallecidos en esta explo-sión es oficialmente de dos. Plan de emergencia Inmediatamente se pusieron en marcha los planes de emergencia que se habían practicado durante meses. Más de cien ambulancias acudieron a los lugares de los ataques, con más de 250 médicos y enfermeros, así como unos 200 bomberos. Con orden, los hospi-tales comenzaron a recibier a los heridos -la mayoría por amputa-ciones y quemaduras-, sin que se produjeran escenas de caos. Unos 200 fueron conducidos al Royal London Hospital y el resto fueron repartidos entre el St. Mary, Great Ormond Street, University College, Royal Free y el Guy's and St. Thomas. El blackout informativo impuesto desde el Gobierno hizo que las víctimas y los detalles de las ex-plosiones se conocieran a cuenta gotas en medio del escepticismo internacional ante el número de muertos en atentados similares. Para añadir más confusión, muchos de los datos llegaron del exterior, como los de los ministros francés e italiano del Interior, Nicolas Sarkozy y Giuseppe Pisanu, afir-maban que fuentes del Gobierno de Londres les habían informado de que el balance provisional era de unos 50 muertos. Para dar una idea de la amplitud de la magnitud del atentado en el momento en el que se produjeron los atentados circulaban por la red del metro unos quinientos trenes. Los atentados de Londres tienen «todas las características» de Al Qaeda, estimó ayer en Gleneagles (Escocia) el ministro británico de Relaciones Exteriores, Jack Straw, citado por un portavoz del Foreign Office.