| Perfil | Un nuevo príncipe reinante |
La imprudencia comodon
Alberto de Mónaco, que será entronizado el martes, anuncia «un nuevo aire de modernidad» para su miniestado aunque debería empezar por ser prudente en las relaciones exteriores
Los comentarios del prínci-pe Alberto sobre el problema del terrorismo en España en la elección de la sede olímpica del 2012 y ahora, sobre la solicitud de Gibraltar de entrar en el COI, parece que responden a una nueva manera de hacer política de este minúsculo Estado, más habitual del papel couche que de los diarios de información general. Alberto II de Mónaco, que el martes celebra su entronización a los 47 años, es el primer príncipe reinante que creció en este miniestado. Príncipe soltero y muy cor-tejado, el hijo de la actriz nor-teamericana Grace Kelly y de Rainiero III quiere instaurar su reinado bajo el signo de la «modernidad», el «diálogo», y también de la «ética» y de la «honestidad». Reconociendo al peque-ño Alexandre, el hijo de dos años que tuvo sin casarse con una azafata de origen togolés, ha querido demostrar que «asume totalmente sus responsabilidades». Mientras sus antepasados, hasta su abuelo Luis II, pasaron muy poco tiempo en Mónaco, y su padre Rainiero apenas vivió en el principado antes de acceder al trono, Alberto hizo todos sus estudios primarios en el principado. Proclamado soberano de Mónaco tras la muerte de su padre el pasado 6 de abril, Alberto declaró hace unos días: «Me siento de este país». El príncipe, que no se niega a expresarse en monegasco, una lengua de influencia italiana y española, y que es perfectamente bilingüe francés-inglés, afirmó un diario francés ser el fruto de «una educación liberal a la americana». Consciente de que como heredero del trono un día tendría que tomar el poder, empezó a sustituir a su padre desde hace varios años en las misiones monegascas en el extranjero, desde América Latina hasta China.