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Del siglo XIX al XXI a través de un viaje en tren

Panorámica que subraya la difícil orografía del terreno

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M. Romero - león
León

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El primer proyecto de la línea ferroviaria de Pajares que uniría el Principado con León surgió en 1844, promovido por una compañía inglesa abanderada por Richard Keily. Puso dos millones de libras esterlinas e instaló su sede social en la castiza calle Atocha de Madrid. Por entonces, el Gobierno era presidido por Narváez, quien en diciembre de ese mismo año autorizó la instalación del ferrocarril entre León y Avilés a la sociedad Real Camino de Hierro del Norte de España, que jamás llegó a ejecutar obra alguna por la dificultad que entrañaba este proyecto. Fue el 23 de noviembre de 1864 cuando el ferrocarril hasta Gijón fue adjudicado a Manuel de Manzanedo, duque de Santoña, por 190 millones de reales, aunque las primeras traviesas fueron colocadas por la empresa de José Ruiz de Quevedo. Se hicieron barracones, multitud de sendas, varias líneas de tranvía y pequeñas líneas férreas auxiliares para llevar a cabo esta obra hercúlea, de forma que el 17 de enero de 1868 se inauguró el primer tramo, que fueron los 25 kilómetros que separan León de La Robla. El tren inaugural de la rampa fue remolcado por dos locomotoras -Jovellanos y Don Pelayo- en un acto que se celebró en la boca sur del túnel de La Perruca con la asistencia del Rey Alfonso XII. Después llegó la electrificación del ferrocarril, que permitió ascender sin problema el puerto de Pajares; y después los Talgo, y hoy el TAV.