Diario de León

El azúcar de la vida

Dieciséis agricultores de la provincia leonesa completarán un viaje de 24 horas para defender en las calles de la capital de Europa la supervivencia de sus trabajos

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A. Caballero - león
León

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Si cambia un viento, si se tuerce una nube, si al sol le da por decir que es verano a destiempo, si la semilla no va al surco... El carácter del agricultor siempre tiene un espacio para la paciencia: escupe, mira abajo, luego arriba y piensa. El tiempo es tiempo. Pero ahora no hay lugar para dejarlo pasar. Los campesinos leoneses han entendido que, esta vez, el nordés de Bruselas puede acabar con el sector; con el campo, porque «la reforma acabará con la remolacha y sin remolacha no habrá agricultores», reconocen los afectados, que presentan su predicción para que nadie se tire después de los pelos: «Además de la rentabilidad que nos puede aportar, en una zona como ésta, donde escasean las posibilidades, el cultivo de la remolacha lidera la generación de empleo inducido; es decir, que no sólo nosotros vamos a sufrir el declive». Anoche, a las 00.30 horas, para quitarse la razón a sí mismos -aventuran hace tiempo el declive-, 16 de ellos cogieron el autobús en Cabreros del Río para partir rumbo a Bruselas. Primero carretera, luego avión desde Barajas. Llegar a la capital europea y embarcarse en otro autocar. A las 10.00 horas en el Bulevar Pacheco. Salida para todos: en cabeza una arrancadora de remolacha; los representantes oficiales; luego los belgas; una tercera partida con once países; seguido España, con Portugal e Italia; detrás Irlanda, Países Bajos y Reino Unido; en el cierre Alemania, Polonia y Francia. Listos con sus banderas y sus eslóganes, los agricultores leoneses ya sabrán a primera hora de esta mañana las consignas facilitadas por la Confederación Internacional de Remolacheros de Europa (Cibe): permanecer agrupados por delegación; respetar los bienes y las personas; cada cual es responsable de sus actos; no tirar nada por la calle; respetar al servicio de orden. Ya se lo han avisado: llevar prendas adaptadas al calor (Gorras o sombreros) o a la lluvia -mientras los ministros de Agricultura de la UE se sientan en una sala con aire acondicionado-; no olvidarse de estar pertrechados con una botella de litro y medio de agua para la manifestación, así como bocadillos. No habrá manera de encontrar agua o algo que comer en el recorrido. 3,5 kilómetros de peregrinar por las calles belgas con la sensación de haber vivido en otro momento el viaje. Quizá una sensación de compañerismo. Veinticuatro horas después de su salida, la delegación volverá al punto de partida. Una cena para reponer fuerzas y esperar a que llegue la solución final, el futuro -si existe- del sector. Si cambia el viento, si se tuerce esta vez la nube... Para la espera: un café bien cargado de azúcar, que si no amarga la vida.

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