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León ya se vistió de luto por el fuego

Las llamas se han llevado la vida de cinco brigadistas en los últimos diez años; tres en el monte de la localidad de Ponjos en 1995 y dos en el municipio de Oencia, cinco años después 712 pe

Imagen del incendio de Oencia en el que murieron dos personas

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S. Anuncibay - león
León

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En los últimos diez años dos incendios de graves consecuencias tiñeron de negro la provincia de León. El viento esgrimió su fuerza y se erigió como el enemigo número uno de los cinco brigadistas que perecieron cuando realizaban labores de extinción en los montes de la provincia. El 14 de abril de 1995 un incendio forestal provocado acabó con la vida de tres trabajadores en el monte de la localidad de Ponjos, en el municipio de Valdesamario. Un cambio súbito en la dirección del viento hizo que las llamas atraparan a los tres operarios que participaban en la extinción del fuego. El incendió, según apuntaron los testimonios de los vecinos, se inició en la ladera del monte Cazarnoso, un lugar muy próximo al valle y que mira al pueblo Andarraso. El primer conato fue detectado entre las 12.30 horas y la una de la tarde de aquel fatídico día. Los vecinos de Ponjos y las brigadas de extinción de la Junta lo dieron por extinguido a las 21.00 horas, pero las condiciones climatológicas, que eran adversas, lo reavivaron dos horas después. A la una y media de la tarde del día siguiente, un retén compuesto por seis personas se dirigió al fondo del valle para llenar las cisternas de agua y desde allí observaron que el fuego descendía por la ladera hacía su posición. Cuando se encontraban a 150 metros de las llamas, en una zona de gran maleza y roble joven, se produjo un cambio en la dirección del viento, conduciendo las llamas hacia ellos. Aunque dieron la voz de alarma, sólo dos consiguieron escapar ilesos por la parte superior de la ladera. Otro logró salvar su vida porque se refugió en un tramo del arroyo Linares, donde hay agua. Los demás fallecieron. Cinco años después, las llamas volvieron a dejar su firma, una rúbrica vestida de luto. El 28 de agosto del 2000, esta vez en el municipio de Oencia, un incendio se cobraba la vida de dos trabajadores. Los integrantes de la brigada de incendios resultaron muertos cuando se afanaban por apagar un fuego en los montes de Arnado y Lusío. Otra vez el viento sorprendió al retén, atrapados en un cerco de llamas del que les fue imposible salir. La deflagración se inició sobre las 15.00 horas, según indicaron los habitantes del municipio. Pero hasta las seis, no se detectó en la base aérea de Cueto, desde donde debían organizarse las labores de extinción. La catástrofe acaeció apenas una hora después. Aunque el incendió no revestía gravedad, ni las condiciones climatológicas suponían un riesgo, el cambio brusco del viento originó la tragedia en apenas unos segundos y las llamas envolvieron a los operarios en un círculo mortífero que apagó sus vidas. Un tercer brigadista resultó herido leve en una pierna y fue trasladado en helicóptero al Hospital del Bierzo, en Ponferrada. Otros dos, que se hallaban en los alrededores, lograron escapar indemnes. Otra catástrofe que conmocionó a la provincia- aunque esta vez no hubo que llorar ninguna muerte- fue el accidente que sufrieron once brigadistas cuando se estrelló el helicóptero en el que se encontraban para sofocar un fuego en la localidad roblana de Sorribos de Alba. Aunque el suceso pudo acabar en desgracia, milagrosamente todas las personas que viajaban en él- sólo un técnico forestal resultó herido grave y cuatro brigadistas leves- se salvaron. La hélice trasera del aparato chocó con una ramas cercanas cuando trataba de aterrizar en un claro, lo que hizo que el helicóptero se precipitara de morro desde una altura de tres metros.