«Este ha sido nuestro Prestige»
«En Galicia fueron a limpiar las rocas con un palito, pero aquí ¿quién va a ayudarnos?», se preguntan en la zona los lugareños que tenían el bosque quemado como su principal forma de vida
«Los de pueblo somos paletos cuando vamos a Madrid, pero los de Madrid son unos paletos cuando vienen aquí». Andrés García Pascual, vecino de Riba de Saelices (Guadalajara), donde se inició el fuego el pasado sábado, expresa así su indignación con los responsables de la tragedia. Ayer, 48 horas después, los restos de la barbacoa causante del siniestro permanecían aún encima del infiernillo en el que los excursionistas intentaron cocinarlos. Desde allí puede seguirse el rastro del fuego. Primero, a escasos metros, un campo calcinado y luego, monte arriba, nada. Las llamas han extinguido cualquier vestigio de vida y convertido en ceniza lo que hace dos días era un verde pinar. «Este es nuestro Prestige particular», asegura Andrés. Y en efecto, más allá de la tragedia humana está la catástrofe ecológica e incluso económica que supone la desaparición de un pinar que ha dado muchos beneficios al pueblo desde hace décadas. Se entiende así lo amargo de alguna queja. «En Galicia fue muy duro lo del Prestige , pero allí se volcaron luego miles de voluntarios que fueron a limpiar las rocas con un palito. ¿Quién va a venir a ayudarnos aquí?», pregunta este vecino, que tampoco cree que a Riba de Saelices y a los otros pueblos del Alto Tajo afectados, llegue el «reguero de millones» con el que, según dice, se intentó acallar a los gallegos. Otros vecinos eran incapaces siquiera de quejarse. Algunos sollozaban sólo al recordar lo que se ha perdido. «Lo poco que nuestros padres han podido legarnos», afirmaban. Información confusa En Saelices, como ocurre siempre después de una tragedia, la información ha sido confusa. Los responsables de lo ocurrido no eran jóvenes, como se ha dicho, sino matrimonios adultos acompañados de algún adolescente. Tampoco salieron huyendo cuando comprendieron su trágico error. Intentaron ayudar a apagar el fuego. En un primer momento nadie les culpó de nada pero, a medida que el monte ardía, los ánimos se caldearon. Fue el alcalde del pueblo, José Luis Samper, quien comprendió el peligro y les invitó a marcharse, no sin antes pedirles una documentación que ha permitido localizarlos. «Si no se marchan habrían acabado linchados», asegura un vecino, que tacha también de «imprudentes y paletos» a quienes provocaron el fuego. Pero Clemente Villar, vecino de Ribas, fuerte como una roca, se resiste a darles ese calificativo mientras enseña las heridas que le han producido dos días de lucha sin descanso mano a mano contra el fuego. «Son unos hijos de puta», afirma con rabia. Clemente estuvo trabajando con la cuadrilla de retenes y bomberos.