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«El terror ya es parte de nuestra vida», clama un londinense tras el ataque

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m. a. | londres
León

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En las catacumbas del metro de Londres, de 120 años, aún huele raro. Pero este hedor penetrante como a neumáticos quemados era ayer diferente. Cuando el traqueteo del tren se ve acallado por un ruido sordo, los pasajeros pierden la calma y el pánico se adueña de todos. Los londinenses asumieron con la proverbial flema británica los atentados de hace dos semanas, pero ayer incluso ellos fueron incapaces de controlar los nervios. «La gente gritó y el pánico se adueñó de ellos», explicó Sosiane Mohellavi, de 35 años, una musulmana francesa. «Tuvimos que activar el freno de mano. Aún estoy temblando». Tammie Landau, otra pasajera del metro, indicó: «Cuando por fin logré salir, tenía un miedo espantoso». La noticia se propagó por la ciudad a toda prisa, aunque muchos londinenses desconfiaban ayer de la cobertura que podían ofrecer los medios de comunicación. Una «bomba sucia» En todo el centro de la ciudad sonaban las sirenas. Los edificios de oficinas en el centro de la ciudad fueron evacuados. La policía entró en los pubs para decir a los clientes: «¡Permanezcan en sus sitios!». Especialistas de la policía, vestidos con equipos antitóxicos, determinaron un posible riesgo de contaminación química. La policía y los servicios secretos se temían lo peor: una «bomba sucia» con componentes radiactivos. Por suerte, los resultados fueron negativos. Lo confirmó el propio Tony Blair. En Oval, testigos presenciales vieron a un hombre joven depositar una mochila en el interior del vagón antes de que se cerraran las puertas. Algunos pasajeros corrieron en su persecución. En Warren Street, también testigos presenciales observaron a un hombre alejarse del vagón. La persecución llevó a la policía al cercano hospital de University College, donde fueron atendidas muchas de las víctimas de la masacre de hace quince días. Policías armados con subfusiles ametralladores entraron en el hospital y la dirección del centro envió un correo electrónico a sus empleados pidiéndoles colaboración para localizar a un hombre joven, alto, de apariencia asiática, que llevaría un jersey «del que salen unos cables». Scotland Yard acabó confirmando que las detenciones de ayer nada tenían que ver con el ataque. Los atentados de ayer han tenido un efecto psicológico. Un hombre que no quiso identificarse constató algo que ayer pensaban muchos : «El terror se ha convertido ya en parte de nuestras vidas». «Aunque no se puede minimizar esta situación porque ha sido seria, esto ha sucedido para dar miedo a las personas, asustarlas y preocuparlas. Hay que volver a la normalidad lo antes posible» TONY BLAIR Primer ministro británico