Diario de León

Relatos sobre el valor y la angustia

Los vecinos de Trabadelo y Pereje compartieron ayer los momentos más conflictivos del incendio. Unos y otros se ayudaron cuando las llamas les hacían temer el peor desenlace

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Marga Luengo - ponferrada
Ponferrada

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«La sociedad debe encontrar a los culpables de los incendios, ya que todo apunta a que han sido intencionados» JUAN VICENTE HERRERA, presidente de la Junta de Castilla y León Primero fue en Trabadelo donde miraban con temor hacia las llamas que devoraban el monte con voracidad. Allí miraban inquietos la evolución de un fuego que en pocos minutos había cogido unas dimensiones desmesuradas. Los vecinos que habitan las casas de la zona más alta del pueblo salían a la calle mostrando su preocupación. Pero la amenaza nunca llegó a ser tan clara para las casas como para provocar escenas de pánico. Sin embargo éste sí se vivió entre los vecinos de la vecina localidad de Pereje. Antes de que el fuego abandonara Trabadelo, Vicente Vega y su padre, el pedáneo de Pereje, Dositeo Vega, acompañados de otras personas acudían precipitados a Trabadelo para intentar cortar el incendio y que éste no se propagara hacia su pueblo. Propusieron a los agentes forestales realizar un cortafuegos en la zona de la autovía que evitara esta temida propagación, pero por alguna razón no se hizo y el fuego se desplazó al pueblo vecino. «Entonces comenzó todo el lío», dice Vicente Vega. La comitiva que se había desplazado hasta Trabadelo retornó a Pereje para comenzar a idear un dispositivo que protegiera al pueblo en el caso de que las llamas llegaran a ser una real amenaza. «Mi padre y otro señor hicieron un cerco al pueblo para que no pasasen las llamas a las casas, si es que llegaban hasta allí», dijo Vicente. Pero eso no ocurrió, y el pedáneo del pueblo y otro hombre decidieron emprender la subida hacia el propio lugar de las llamas para ayudar a los medios que ya estaban desplegados para la extinción. «Yo no subí al monte porque no me dejaron. Subió mi padre con otro señor y otro chico y yo nos quedamos en el pueblo. Yo ayudaba a mi madre a preparar las habitaciones de la casa rural que tenemos para que los bomberos se turnaran y pudieran bajar a descansar», contaba Vicente. Dositeo, en el monte, trabajaba con la máquina de cortafuegos ayudando a las brigadas forestales y más tarde acudió junto con la persona que le acompañaba a ayudar en la extinción en el mismo lugar del fuego. «Estuvieron todos trabajando toda la noche. Mi padre, el otro señor y todos los forestales de la Junta y no volvieron hasta las dos de la tarde, que bajaron a comer cuando el fuego ya se podía decir que estaba controlado», recordó el hijo del pedáneo. Durante el tiempo que Dositeo estuvo en el fuego, el miedo no abandonaba a los vecinos de Pereje, la mayoría de ellos ya rondando la sesentena. A pesar de las medidas tomadas, la inseguridad no les dejaba respirar tranquilos. Pero no estaban solos. Como antes lo habían hecho ellos, vecinos de Trabadelo se desplazaron hasta allí para ayudar en lo que fuera necesario. Mejor estar todos juntos, por si acaso.

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