Diario de León

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Lágrimas a pie de pista

Publicado por
C. Calvar - madrid
León

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El sol tiño de rojo el cielo al tiempo que el Hércules se aproximaba a la base aérea de Getafe con los 17 féretros. En la pista, más de un centenar de familiares situados tras un cordón de seguridad esperaba en silencio; dieron una lección de entereza, aunque los ojos no evitaron las lágrimas, mientras la mirada se clavaba en las alturas. Abrazados entre sí, vieron tocar tierra a la nave, y como los suyos, trasladados en féretros cubiertos por inmensas enseñas nacionales, eran recibidos con todos los honores por el Rey, el príncipe de Asturias, Zapatero y la cúpula militar. El Gobierno fletó dos aviones para trasladar a los parientes de los soldados muertos hasta Madrid. Llegaron hacia las siete de la tarde, una hora antes que los restos de sus hijos, esposos, nietos y hermanos. A la misma hora aterrizaban en Torrejón los militares heridos en el incidente de Afganistán. Con ellos, la sargento Susana Pérez Torres, viuda y compañera de misión de Alfredo Fran-cisco Joga. Jornada intensa El suyo fue, si cabe, el día más intenso. Despidió en Herat a su marido muerto y viajó por delante para estar al lado de sus suegros en el momento de su llegada a Getafe. Su rostro reflejaba el cansancio de horas de tensión. Abrazada a sus parientes, sentada en una silla, siguió con la cabeza baja el descenso de los féretros. Uno a uno, lentamente fueron alzados por nueve compañeros de unidad de los fallecidos. Su imagen de mujer abatida desapareció sin embargo tras su uniforme militar cuando comenzó a sonar la marcha fúnebre y, a paso lento, los portadores de los ataúdes, cubiertos con grandes banderas de España, se dirigieron hacia los coches fúnebres. El acto duró en total cerca de una hora. Sesenta minutos muy distintos a la que hace algo más de dos años se vivieron en la base de Torrejón, a la llegada de los sesenta y dos fallecidos en el accidente del Yak-42. Esta vez no hubo gritos, sólo lágrimas y palabras de consuelo entre los familiares a los que, en privado, se dirigió el monarca a su llegada al aeropuerto. Y un intenso, desoldado y respetuoso silencio por parte de los miembros del Ejército y las autoridades presentes se hizo ante la presencia de los cuerpos de los soldados.

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