Miles de zapatos olvidados en el puente y mujeres atrapadas por el velo hasta los pies

Cientos de zapatos abandonados en el puente Al Aimah dejaba en evidencia la magnitud de la tragedia que enlutó ayer Bagdad. Los testimonios de los testigos que vivieron en primer plano la tragedia señalaban el horror posterior. «Fue un verdadero infierno», evoca un miembro del servicio de orden del Ejército del Mesias, la milicia del jefe chií radical Muqtada al Sáder, encargado de dirigir a la muchedumbre hacia el mausoleo del imán Musa al Kazem, junto a la policía iraquí y soldados del ejército del país. «Alguien gritó que había suicidas con cinturones de explosivos en la multitud y todos comenzaron a correr», dijo este joven barbudo, que exhibía el retrato de su jefe sobre su camisa negra. «Las mujeres tenían más dificultad para correr porque sus movimientos estaban obstaculizados por sus abayas - la vestimenta negra integral- y los niños que se aferraban a ellas», explicó. Cuando una barrera de protección del puente cedió, los que no murieron ahogados al caer en el río perecieron asfixiados o pisoteados, según los testigos. «Fue espantoso. La muchedumbre seguía presionando a los que estaban dentro del puente y muchos caían al río porque no había espacio para continuar», afirma el joven Alí Baher. Las primeras víctimas fueron transportadas a los jardines cerca del mausoleo del imán Musa al Kazem, la víctima a la que iban a honrar. El ruido de las ambulancias que llevaban a los heridos a los hospitales más cercanos ensordeció Bagdad.