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Los líderes del mundo desaprovechan la oportunidad de salvar la cumbre

Publicado por
Mercedes Gallego - nueva york
León

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En el tiempo que se tarda en leer esta frase dos niños morirán de hambre en el mundo. Uno cada 3.6 segundos. En los tres días que han empleado en leer sus discursos los 150 jefes de Estado reunidos en la Cumbre de Alto Nivel de la ONU han muerto 72.000 criaturas por desnutrición. Pero sobre todo, con su palabrería y falta de medidas concretas, los líderes del mundo habrán perdido la oportunidad de salvar esta cumbre y detener la tragedia ante la que Occidente parece haberse insensibilizado. En ellos habían depositado las oenegés sus últimas esperanzas para avanzar en una reunión de élite destinada a encauzar la marcha hacia los ocho Objetivos del Milenio acordados hace cinco años, con los que, entre otras cosas, se aspira a reducir a la mitad para el 2015 el número de personas que vive en la pobreza extrema (aquellos que subsisten cada día con menos de lo que cuesta un café en Occidente, o sea, un dólar, que equivale a 77 centavos de euro). La cumbre de tres días que empezó el miércoles se abrió marcada por la apresurada firma de último minuto de un documento débil con el que los gobiernos del mundo esperaban salvar la cara, después de meses de intensivas negociaciones en busca de reformas sustanciales que prácticamente no habían llevado a ninguna parte. Para quienes temían no tener nada que enseñar al mundo, fue un triunfo. Para quienes esperaban que se revisase el trabajo de estos cinco años y se establecieran nuevas pautas para cumplir los objetivos marcados, fue un fracaso. «Después de meses de negociaciones frustradas por los intereses particulares de algunos países, los jefes de Estado y de Gobierno tienen en su mano la última posibilidad de salvar el contenido de esta cita», suplicó Marta Arias, responsable para España de la campaña de Objetivos del Milenio organizada por Intermón Oxfam. Pero en el podium de la Asamblea General de la ONU no cambió la tónica que el presidente de Sudáfrica Thabo Mbeki definió con tristeza como la aplastante lógica del poder: «Los ricos y poderosos lo utilizan para perpetuar el desequilibrio en el orden global y reforzar así sus medios de poder, y con ello perpetuar la incapacidad de los impotentes». Decepción Los jefes de Estado de esa mitad del mundo que acumula la miseria repetían desde el estrado su decepción por lo que un día les dio la esperanza de salvarse, mientras que los de las diez naciones que contabilizan el 75% del Producto Interior Bruto mundial reiteraban las promesas y se congratulaban por los pocos logros obtenidos en el documento que, según Oxfam, «hace un flaco favor» a los Objetivos del Milenio. «Oigo las viejas excusas en nuevas formas», lamentó el primer ministro etíope Meles Zenawi. Las cantinelas ciertamente sonaban familiares. «Es nuestra obligación salvaguardar la libertad en el mundo y nuestra obligación proveer los recursos para acabar con la pobreza», decía ayer Silvio Berlusconi en su turno de palabra, más enfocado a lograr un asiento en el Consejo de Seguridad de la ONU con el que cumplir la primera parte de su declaración de intenciones que en ofrecer soluciones para la segunda. El primer ministro francés Dominique de Villepin también era de los que veían la existencia de un «momentum» que aprovechar para concluir la reforma del Consejo de Seguridad y alcanzar un acuerdo para detener la proliferación de armas nucleares. Su particular sermón exhortaba al mundo civilizado a seguir avanzando por el camino de la globalización pero sin sucumbir a la tendencia de ver a los seres humanos como bienes comerciales.

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