Diario de León

La media de edad de las hermanas ronda los 70 años, pero cuentan con la ayuda de un nutrido grupo de voluntarios

Los rostros amables de la pobreza

Mil personas se benefician a diario de la labor de las 197 Hijas de la Caridad que quedan en León

León

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Trabajan en los «márgenes» de la sociedad, allí donde muchas veces no llegan las actuaciones gubernamentales, aunque cuentan con fondos públicos para sacar adelante cocinas económicas, albergues y centros para transeúntes, colegios o casas de acogida para enfermos terminales. Las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, que recogerán el próximo 21 de octubre el premio Príncipe de Asturias de la Concordia, llegaron a León en 1862 para atender a los enfermos en el hospital San Antonio Abad, que ocupaba entonces el actual Consistorio de San Marcelo. Pese a la elevada media de edad de la compañía, que roza los setenta años, su actividad beneficia a cerca de un millar de personas en la provincia de León. Son el rostro amable de las mil caras de la pobreza. Gestionan la residencia de ancianos de San Mamés, que gestiona mediante un convenio con el Ayuntamiento, a tres casas de protección de menores, El Alba y Santa María, en León, y Fernández Fuentes en Cistierna, la obra hospitalaria de Nuestra Señora de Regla, la cocina económica y la casa de acogida de mujeres maltratadas de Puerta Obispo, un colegio en Astorga, y centros de ancianos en esta ciudad, en Sahagún y también en Ponferrada y, por último, una miniresidencia de estudiantes en León abierta hace tan sólo cinco años. La Sociedad de San Vicente de Paúl, una de las ramas de la familia vicenciana, gestiona además la casa hogar con un centro ocupacional dedicado a la reinserción social de transeúntes. En la sede de la provincia canónica, en Villaobispo de las Regueras, la antigua guardería Amanecer se transformó hace varios años en la residencia Atardecer, a la que tienen acceso preferente los familiares de las Hijas de la Caridad. El pabellón de Bethania acoge a las hermanas que ya no pueden valerse por sí mismas. Tanto servicio como miseria Los tiempos cambian y las caras de la pobreza tampoco son ya las mismas, pero el carisma de las Hijas de la Caridad, recuerda su superiora, sigue siendo el mismo: «Del Hijo de Dios aprenden las Hijas de la Caridad que no hay miseria alguna que puedan considerar como extraña a ellas¿ múltiples son las formas de pobreza, múltiples también las formas de servicio», dejó escrito San Vicente de Paúl, el fundador de la compañía, en la Francia de 1633. Cuatro hermanas fueron las pioneras de la labor humanitaria y caritativa emprendían, con esta testimonial presencia, en la provincia leonesa. Después de 143 años se mantienen en diversas comunidades y centros, desde el asilo de ancianos de San Mamés a la cocina económica de Puerta Obispo, 190 mujeres que llevan a gala no ser monjas, algo en lo que insistía su fundador en los orígenes porque en aquel entonces, el siglo XVII, monja era sinónimo de clausura. «Ni más capilla que la iglesia parroquial, ni más claustro que las calles de la ciudad», proclamó su fundador. Las 24 horas del día El comedor de transeúntes, que incluye un servicio de comidas a domicilio, y la casa de acogida de mujeres víctimas de maltrato de la Asociación Leonesa de Caridad son dos de los centros más emblemáticos de la compañía en León. «Nuestra actividad está las 24 horas del día al servicio de esta casa», asegura sor Clara. Sirven una media diaria de cincuenta desayunos, comidas y cenas en el mismo centro de León a personas sin techo o que viven en situaciones de pobreza. Cocinan sin saber cuántos comensales acudirán cada día al comedor, pero «siempre llega para todos», añade la superiora. A esta casa de la plaza de Puerta Obispo llegaron cuatro hermanas en 1907 y actualmente forman la comunidad once. La más veterana, sor Pilar de la Orden Morán, tiene 99 años y su mente vive ajena a las alegrías y a las desventuras del mundo, aunque cada día la levantan de doce a siete de la tarde para que mantenga un mínimo de actividad. Sor Clara recuerda que este proyecto que hoy está consolidado atravesó por años «muy difíciles». Hubo momentos en que las hermanas no tenían qué dar de comer y daban clases de bordado para comprar algún alimento para preparar el menú o algo que se le pareciera. Además de la comida, lavan la ropa de los sin techo y se la cambian y en invierno les ofrecen merienda, una sesión de televisión y conversación y compañía. Sin los voluntarios que colaboran con la compañía en esta actividad -reconoce sor Clara- no podrían afrontar la labor asistencial que realizan con los sin techo. La fuerza del voluntariado Alrededor de 80 personas colaboran en el reparto de comidas, el costurero y el salón social que mantienen abierto durante la época invernal. «En esta casa como el voluntariado es tan importante entre nosotros es normal hacer las cosas por altruismo», afirma la superiora de la comunidad que trabaja en la Asociación Leonesa de Caridad. Sor Clara destaca que «León tiene un voluntariado con mucha fuerza», lo que hace posible que la labor que realizan tenga un carácter integral porque la caridad, entendida por esta compañía, «no es cuestión de dar de comer o vestir sino de llegar a las personas y hacerles sentir personas», especialmente con quienes más sufren el rechazo. «Hay muchos transeúntes que vienen rotos, pero te reconocen enseguida». La comida del servicio de ayuda a domicilio que realizan en convenio con el Ayuntamiento también la llevan los voluntarios; otras veces les toca hacer labor de acompañamiento para gestiones y también colaboran en las actividades formativas y socioculturales que se organizan para los transeúntes, entre ellas, una reciente visita al Musac. El envejecimiento y la falta de vocaciones dibujan un horizonte «de repliegue», reconoce la superiora de la provincia canónica, sor Julia del Barrio. Pero lamentablemente, «nunca tendremos que reciclarnos para que tenga sentido lo que hacemos», apostilla sor Clara. Las Hijas de la Caridad son galardonadas por «su excepcional labor social y humanitaria en apoyo de los desfavorecidos y por su promoción en el mundo de la justicia, la paz y la solidaridad» ACTA DEL JURADO, del Premio Príncipe de Asturias a la Concordia

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