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La negociación sobre «condiciones, plazos y precios» empezará en cuanto Madrid lo decida

EE. UU. aprueba la venta de misiles Tomahawk a España para sus buques

El Pentágono «aprecia mucho» el papel de Defensa en «la guerra contra el terrorismo»

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M. Cheda - enviado especial | washington
León

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La Administración Bush ha dado vía libre a un ambicioso proyecto lanzado en el 2002 por el anterior Ministerio de Defensa español (PP) y retomado por el actual este mismo año: la compra de misiles modelo Tomahawk, que fabrica la multinacional de matriz norteamericana Raytheon. Las negociaciones sobre «condiciones, plazos de entrega y precios» comenzarán en cuanto el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero «haya decidido [formalmente] si quiere o no adquirirlos», explicó ayer a Diario de León un portavoz autorizado del Pentágono. Estos proyectiles de crucero sólo los puede utilizar ahora, amén de la de EE. UU., la Marina británica, en virtud de un acuerdo bilateral sellado en 1995 y puesto en práctica un trienio más tarde. Son los mismos que la coalición invasora empleó en el 2003, desde los mares Rojo y Mediterráneo, para golpear Irak en más de 1.900 ocasiones, las suficientes para evitar bajas en las filas de infantería. El salto decisivo Así pues, si las conversaciones finalmente llegan a buen puerto, la Armada que dirige el almirante gaditano Sebastián Zaragoza Soto incorporará a su potencial la única capacidad de la que carece hoy en día: la de ataque a tierra. Está previsto instalar módulos tipo Tomahawk (plataforma y sistema de lanzamiento, misiles y centro de control del teatro de operaciones) en los futuros submarinos de la clase S-80, cuatro unidades que entrarán en servicio durante el lustro 2008-2012, y en todas o varias de las cinco fragatas F-100 (tres operativas, una en construcción y otra en proyecto), que tienen base en el Arsenal de Ferrol. Según fuentes militares no oficiales, el coste de cada proyectil oscila, en función de la versión -ya se han desarrollado cuatro distintas-, entre los 750.000 y los 1.200.000 dólares. Aunque el departamento que dirige José Bono todavía no ha especificado formalmente cuántos le interesa adquirir, de acuerdo con las mismas fuentes, dicha cantidad se encuentra comprendida entre las 50 y las 70 unidades. De modo que la operación podría costar hasta un máximo de 68,5 millones de euros, al cambio de moneda vigente en estos momentos. Una vez cerrado el trato con el Gobierno español, el estadounidense deberá consultar al poder Legislativo de aquel país. «Para esta venta -advierte el portavoz del Pentágono- se necesita la aprobación del Congreso», que, tras las últimas elecciones, controla por completo el partido de George W. Bush. Después, redactará y entregará a Madrid lo que en argot se conoce como una carta de oferta y aceptación. De ahí en adelante, mero formalismo. Aunque en público Bono jamás lo reconoció así, dentro del Ministerio de Defensa se daba casi por perdida la ocasión de comprar este armamento. Pensando en términos políticos, se consideraba poco probable que EE. UU. accediese a las pretensiones de la Marina después de la retirada de tropas de Irak ordenada por Zapatero nada más llegar a la Moncloa. No obstante, tras el decisivo aporte español a la expansión del despliegue militar internacional dentro de Afganistán (2005), las cosas han empezado a cambiar. El Departamento de Defensa que encabeza Donald Rumsfeld «ve a España como un importante aliado y un socio de la Otan en la guerra contra el terrorismo. Sus contribuciones y liderazgo en ella son muy apreciados». «Aunque la compraventa de un sistema de armas no define necesariamente una relación, este esfuerzo [la luz verde a la exportación de misiles Tomahawk], es un ejemplo de la estrecha cooperación y coordinación» de ambos departamentos, el de Bono y el de Rumsfeld, en expresión del portavoz de este último.