«Volver a casa no es una opción, mi familia me financió este viaje. No podemos regresar sin nada»
Dembo Sangang estaba a punto de rendirse cuando vio las patrullas del Polisario que acudían al rescate. Su historia es la historia de esta tragedia. Tiene apenas 18 años y lleva ocho de viaje. Intentó cruzar a Ceuta a nado, pero los marroquíes le capturaron. Le dieron tal paliza que su rodilla nunca se recuperó. Lo deportaron en Oujda y así, con la pierna destrozada, volvió andando hasta Ceuta. Ocho días a pie. Cuando estaba a punto de llegar se refugió en una mezquita para descansar. Ya no podía más. El imán les dijo que podían recuperar fuerzas en la puerta, pero en cuanto se dio la vuelta los delató a la policía marroquí. «¿Te imaginas? Yo también soy musulmán. Ellos se llaman a sí mismos musulmanes, pero me parece que no saben siquiera de lo que habla el Corán», dice. A Dembo se lo llevaron a la cárcel y de allí al desierto. «Nos abandonaron cerca de Ain Chouater, en la frontera con Argelia». Dos veces consiguió salir de allí, ayudado por sus compañeros, que lo llevaban a cuestas. Las dos veces los marroquíes lo volvieron a dejar en el medio de la nada. «Ni siquiera nos planteamos dejarlo allí. Si moría, moríamos todos. Él es de Gambia, como nosotros», dice Issa, que cargó con él gran parte del camino. Amputación Cuando creyeron que su pesadilla había terminado y les prometieron que los repatriaban se vieron de nuevo en el desierto. Dembo consiguió salir, pero su rodilla está tan hinchada e infectada que, según nos cuenta la Minurso, de no ser operada pronto tendrá que ser amputada. «Volver a casa no es una opción. Allí en nuestro país no tenemos nada. La gente pasa hambre. Mi familia me apoyó y me financió para este viaje. Los marroquíes nos robaron todo el dinero. No puedo volver sin nada», dice Dembo. Aquí, en Bir Lehlu, esa es la opinión general. En cuanto puedan lo volverán a intentar. África, dicen, no es un lugar donde se pueda vivir.