| Crónica política | Otoño caliente |
A Zapatero le vencen las letras
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José Blanco da la cara por Zapatero
En este otoño caliente, la crónica política española va de ajuste de cuentas, en el sentido de la violencia verbal y también en el mercantil. Zapatero firmó unas letras que le vencen y el Partido Popular se constituye en cobrador del frac, aunque está por ver que la ciudadanía se lo haya encargado. Y que le complazca el método. Lo normal en las campañas electorales es excederse en promesas y no cumplir después, pero lo extraño es que Zapatero prometió cosas cuando ya era presidente del Gobierno, acaso porque se lo exigieron sus socios nacionalistas. Desde luego el famoso «aceptaré el Estatuto como venga del Parlamento catalán», que el Telediario de La Primera reproduce, tirando de videoteca, como si todavía Urdaci estuviera por allí, cuando ya saben hasta los niños que el Estatuto se recortará en las Cortes. Queda la duda de si con tijeras finas o de podar, en cuyo caso, como ha advertido Duran Lleida, se retirará la propuesta. Si es así, previsiblemente se convocarán nuevas elecciones en Cataluña tras las que el PSC puede quedar fuera del Gobierno, o al menos, perder la presidencia. Y, junto al Estatuto catalán, la letra girada a los mineros asturianos y leoneses que no parece que pueda ser pagada porque no hay dinero para todo y menos para prejubilar alegremente a los 52 años: «¿Quien puede dudar de que un presidente de Gobierno leonés que ha venido tanto a Rodiezmo como los que más, no vaya a hacer un buen plan de minería?». Pues si el bombero Montilla no lo arregla mañana con los sindicatos, esa frase perseguirá a Zapatero mientras gobierne. Apuro de liquidez No es seguro que el presidente sea consciente del apuro de liquidez política que pasa a cuenta de las letras firmadas y por las facturas sociales -huelgas de transporte, pescadores, etcétera- que le caen añadidas por el encarecimiento del petróleo. Se aprecia más preocupación en su entorno, sobre todo por lo que pueda pasar en las urnas. Preocupación que Alfonso Guerra, a cuenta del Estatuto resumió lacónicamente: «Está complicado». Y que Pepe Blanco combate, como ayer en Sevilla, para que no decaiga. Aislamiento político Entretanto, el Partido Popular está de fiesta mayor celebrando su aislamiento político con ovaciones a su presidente Mariano Rajoy, aunque será convenientemente defenestrado si la táctica del cerrojo no da resultados electorales. Rajoy, el 14- M del 2004 y más tarde en Galicia, se ganó el derecho a repetir curso, aunque perdiera los gobiernos que el Partido Popular se prometía seguros. Pero los mismos que le aplauden ahora, le han concedido una sola convocatoria más. Y le han impuesto el método del cobrador del frac, que es el que le gusta a Aznar, Acebes y Zaplana. Rajoy incluso se ha erigido en defensor de los ciudadanos de Catalunya donde el Partido Popular no es ni el primer partido, ni el segundo y, en algunas elecciones, ni el tercero. Basta estos días observar el desmejoramiento facial de Josep Piqué para saber el mal trago que está pasando por la dimensión de la apuesta. Aquí se juega a muerte, tanto Rajoy como Zapatero, Zapatero como Rajoy. Curiosamente, las únicas discrepancias, aunque leves, a la política del Partido Popular han llegado desde Galicia. Primero Fraga, matizando con buen sentido que quizás valga la pena participar en el proceso de enmiendas al Estatuto. Y después Alberto Nuñez Feijoo, que se ha atrevido a decir, con sensatez, que en el futuro, si gana al frente del Partido Popular y le falta algún diputado para gobernar Galicia, buscará acuerdos con socialistas o con nacionalistas. No deja de ser lo que hizo Aznar cuando se alió con Pujol y Arzallus para gobernar España en 1996. El ajuste de cuentas, al que se van a sumar sin piedad los obispos españoles a cuenta de la nueva Ley de Educación, es una representación sin duda desagradable, destinada, por ambas partes, a dos millones de electores del centro del espectro que cada cuatro años deciden si el nuevo presidente del Gobierno será popular o socialista. Rajoy cree haber encontrado un filón a cuenta de los excesos nacionalistas de la propuesta del Estatut y calcula que, teniendo poco que perder en Cataluña, puede erosionar votos a los socialistas en el resto de España. Pero lo difícil de la política es la medida, porque un exceso de cerrazón, como negarse a participar en el proceso parlamentario, por ejemplo, puede inquietar a esos electores tradicionalmente de centro. «A diferencia del señor Fraga, que hizo una oposición dura pero impecable -declara Santiago Carrillo a este periódico- cuando yo veo a esos jóvenes del PP con su política del todo vale, en su día para echar a González y ahora a Zapatero, a mí me parece ver entre ellos a Fernández de la Mora que dijo no a la Constitución mientras Fraga la aceptaba. Por eso yo, que tuve tantas diferencias con Fraga en la dictadura, siempre he reconocido su contribución al asentamiento de la democracia española». El martes, la bronca continuará porque Zapatero no quiere aplazar la letra parlamentaria de la reunión en el Senado con los presidentes de comunidades autónomas. No es el mejor momento, pero ha decidido afrontarlo. Y mañana, lunes, entre bofetada y bofetada política, la infanta doña Leonor, futura reina de España, aprovechará el receso para asomar su carita. Se temió informativamente el ciclón Leonor pero lo barrió el ciclón del Estatut.