Diario de León

«El coste de una póliza de seguros pasa de 3.000 euros, más subvenciones oficiales»

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A. Núñez - león
León

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No es fácil para los cazadores ajustar las pólizas de seguros de sus cotos, que casi ninguna compañía quiere suscribir. Su coste no depende sólo de la abundancia o riqueza de piezas de caza mayor, sino también de la proximidad a autovías o carreteras de circulación rápida, cultivos más o menos cercanos donde puedan acudir los animales para alimentarse (maíz o patatales, aunque en este último caso suelan preferir las plantas parasitadas y no el tubérculo propiamente dicho), las sendas tradicionales de invierno o verano, etcétera. La evaluación de los riesgos es tan compleja que las compañías prefieren eludir cualquier contrato y los que se firman son enormemente caros: una media de 3.000 euros por cada mil hectáreas, el equivalente a medio millón de las desaparecidas pesetas por año. A mayores la Junta tiene que subvencionar también a las compañías con cantidades añadidas, dependiendo de la peligrosidad de cada provincia o comarca, en cifras que también se han disparado por encima de los seis millones de auros para el conjunto de la autonomía durante los últimos ejercicios presupuestarios. Por partes Los cazadores dicen estar indefensos frente a cualquier reclamación por siniestros de tráfico en el atropello de animales salvales, alegando que la culpa no es sólo de ellos: en ocasiones también de la velocidad excesiva de los conductores o responsabilidad paralela de agricultores que dejan sus cultivos sin ningúna protección o sin recolectar a su tiempo, a la caza, a su vez, simplemente de subvenciones comunitarias de la PAC. Según el responsable de la Federación de Caza en León, Miguel Fierro, a veces también se dan casos de picaresca de conductores damnificados que igualmente son cazadores y agricultores «y que trasladan el cadáver de un animal de las lindes de un coto a otro para reclamar donde crean que es más fácil, y no les falta la razón porque se han fallado casos e indemniizaciones sin más pruebas que los pelos de un animal en una carrocería abollada, aunque vete a saber a la altura de qué kilómetro». De cara al futuro resulta impredecible, según Fierro, la evolución del problema, que dependerá tanto del desarrollo del monte como de los cultivos limífrotes que alimentan a la caza mayor. También del crecimiento o no de especies predadoras, que, como el lobo, casi nunca se dejan ver y menos aún atropellar a pesar de sus largos desplazamientos, pero que en contrapartida representan una amenaza muy seria para la caza y los rebaños: «es lo único en que nos ponemos de acuerdo cazadores y campesinos, porque en todo lo demás no quieren saber nada».

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