«¡Hay que ver qué suave va esto!»

Eran casi las doce y media del mediodía cuando el helicóptero de la unidad de vigilancia de la policía de seguridad de la Comunidad de Madrid despegaba del coso taurino de la localidad con cuatro pasajeros abordo, el piloto y el copiloto. En su interior, el alcalde de Móstoles presentaba el aparato a sus invitados y celebraba la suavidad del ascenso. «¡Hay que ver qué suavidad, cómo sube esto!», comentaba. «¡Qué diferencia con los aviones! Ya estamos arriba», añadió antes de tiempo. Mariano Rajoy previno a esperanza Aguirre de la caída al ver lo difícil que le resultaba al aparato elevarse. «¡Esto baja!», se oyó decir. Después, el golpe y los gritos que acompañaron al estruendo de la caída. Mariano Rajoy preguntó al cámara de televisión, que se encontraba bajo su cuerpo si se encontraba bien. Todos se ayudaron mutuamente a soltarse los cinturones. Fernando Matei, el cámara de Antena 3 TV que viajaba en el helicóptero, dijo que le dio tiempo de quitarse la cámara de la cara: «Si no, me la hubiera tragado». El alcalde de Móstoles era el más preocupado. No tanto por el hematoma que enseguida apareció en su sien, sino por las consecuencias políticas que podría tener el accidente.