| Análisis | Anatomía de la humanidad |
A partir de Adán y Eva
Desde las trepanaciones de cerebros practicadas por el hombre primitivo hasta las sofisticadas investigaciones de hoy, el estudio de la anatomía ha llegado a nutrirse incluso de cadáveres de indigentes
El interés por la anatomía es tan antiguo como la humanidad. El hombre primitivo quiso saber en un determinado momento de su evolución, quiso conocelo todo sobre sí mismo: su origen, su presente, su futuro y naturalmente, el cómo y porqué de su constitución física. El acceso original para su conocimiento fue a través de la anatomía comparada. El hombre cazador debió examinar y diferenciar sus propias estructuras con las de los animales que mataba para el sustento. Según lo demuestran los hallazgos arqueológicos, practicó trepanaciones con el fin de curar ciertos males, para lo cual fue necesario que tuviese conocimientos anatómicos. De los cráneos hallados se deduce que un importante porcentaje de pacientes que se sometieron a tales intervenciones quirúrgicas, sobrevivieron a ellas. A finales del siglo XIX y principios del XX, la Ley de Policía Mortuoria obligaba al traslado de cadáveres de los indigentes a las facultades de Medicina. Si no se producía un entierro de beneficencia, los cuerpos sin vida de muchas personas que no eran reclamadas iban a parar a los departamentos de Anatomía de las universidades. Con el paso de los años, esta práctica ha desaparecido y la donación de cuerpos se ha convertido en un acto meramente altruista y voluntario. Su importancia no puede ser sobreestimada hoy, puesto que el conocimiento del cuerpo humano es fundamental tanto para el avance de la ciencia médica como para la mejora de los tratamientos que puedan depender de una sólida formación de los médicos en todas las especialidades.