«La reinserción se hace ahora persona a persona, porque no hay más programas»
Los programas de reinserción social han pasado a un segundo plano en los hogares municipales del Transeúnte, ante la urgencia de atender las necesidades más elementales de sus acogidos. Durante tres años, hasta finales de los ochenta, funcionó un taller ocupacional en el que trabajaban diariamente casi medio centenar de personas cobrando salarios mínimos a modo de puente hacia empleos en el mundo exterior. Posteriormente se editó un periódico semanal con la mancheta El Transeúnte , que se vendió durante siete años, hasta hace sólo tres, a un precio simbólico «más la voluntad». Según el director del Hogar del Transeúnte, José Luis Blanco, ambos programas se abandonaron sin alcanzar grandes resultados «y ahora la reinserción se hace a título individual». «Aproximadamente uno de cada veinte o veinticinco Transeúntes busca empleo y lo consigue, aunque sea en precario y a esta gente la apoyamos incondicionalmente con todo tipo de ayudas, como asistentes sociales, avales ante las empresas que tengan alguna duda a la hora de firmar los contratos, estancias de un mes o más hasta que cobren la primera nómina, etcétera». Pocos resultados, pero buenos Durante la pasada semana dos inquilinos del hogar municipal han encontrado empleo y se han ido a vivir fuera compartiendo piso e independizándose. Según Alonso, «para ellos es un triunfo y para nosotros también, porque la reinserción no es fácil. Normalmente se trata de personas de menos de 35 años, sin problemas de drogadicción y con hábitos anteriores de trabajo, a las que basta con incentivar un poco. ¿Si las empresas son reacias a contratarlos? No, por lo menos si se les respalda desde aquí. Después de esa edad los problemas suelen multiplicarse y la gente entra de lleno en lo que ellos llaman el carril , que acaba siendo su profesión de aquí para allá hasta que acaban, cuando ya no pueden más, en alguna residencia o asilo para indigentes». La reinserción, sin embargo, no es lo más habitual por mucho que sea el objetivo final de este tipo de centros. Problemas de desarraigo familiar, paro de larga duración, drogodependencias y carencias culturales o de formación profesional son las principales causas que empujan a la gente al carril , del cual acaban saliendo muy pocos. «Para los más veteranos con el paso del tiempo la situación se institucionaliza hasta convertirse en su profesión, que, a su vez suele acabar en una muerte a edad temprana por el deterioro físico».