Diario de León

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A ZP le queda medio año malo

El Gobierno ha calculado el tiempo necesario para solucionar el engorroso trámite del Estatut catalán antes de que se convoquen las próximas elecciones

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Manuel Campo Vidal - madrid
León

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¿Qué pasará el día que se apruebe el Estatuto catalán y España no se rompa? ¿Qué dirán los que anuncian catástrofes si la luz y el agua no se cortan, las empresas y las escuelas funcionan y otras autonomías, Galicia entre ellas, acuden a las Cortes con sus nuevos Estatutos? El Gobierno trabaja con la hipótesis de que le queda medio año malo hasta ese día. El tiempo necesario para quitarse de encima el engorroso trámite del Estatuto catalán nacido de la exacerbada presión nacionalista y el mesianismo de Maragall. Seis o siete meses para reconducir el proceso y a remontar la situación. Ya se verá. «El PP se equivoca porque las elecciones no llegarán hasta el 2008, y trabajan como si tocaran el año que viene», comenta el ministro José Montilla a este periódico. El otoño ha sido malo para la imagen del Gobierno y de su presidente -ahí están las encuestas del CIS- y por eso los ministros salen de mercadillo mediático a vender ilusión. Pero el estropicio no se arregla con ruedas de prensa y unas fotos en la calle. Impacto del Estatuto Un colaborador directísimo del presidente Zapatero, bastante crítico por cierto con algunas iniciativas de su jefe, sostiene que «todavía no nos hemos recuperado, aunque alguno de por aquí crea que sí, porque el impacto del Estatuto, y su explotación por el PP, ha sido muy fuerte». Lo de «alguno de por aquí» no aclara si lo dice por Zapatero, que está hablando a seis metros de nosotros, o por los ministros que comparten corrillos con periodistas o parlamentarios. Estábamos, obviamente, en la fiesta de la Constitución, en el salón de Pasos Perdidos de las Cortes. Cada año se produce allí la mayor concentración de poder político por metro cuadrado durante dos horas y media. Cuando el discurso del presidente Manuel Marín termina, se dedica la primera hora a saludos, parabienes, fotografías que la crispación impide tomar el resto del año y a los canapés. Al principio de la segunda hora se marchan los invitados clásicos -diplomáticos extranjeros, militares, alguna sotana y empresarios- y el resto de «ocasionales» se dedica a buscar en el techo del hemiciclo los impactos de bala de los golpistas de Tejero. Entonces, en el salón principal comienza el baile, el baile político de verdad. Y hay estampas impagables. Como la de Zapatero que lleva más de una hora hablando a una nube de periodistas, que nadie sabe cómo pueden oírlo, y Mercedes Milà, a gritos, diciéndoles que «!ya vale!», «!que lo dejéis en paz!». O el mismísimo Pedro J. Ramírez en un rincón diciéndole al ministro Montilla que no tiene nada personal contra él por lo que le publica del crédito de La Caixa al PSC. O el incombustible Santiago Carrillo, sin creerse que al ministro Bono se le haya escapado una hora antes en el Homenaje a la Bandera eso de «los cuarenta mil del PP que fueron a la Plaza de Oriente, perdón, quería decir a la Puerta del Sol, perdón...». «Eso lo ha dicho queriendo, hombre», machaca don Santiago. Nadie se atrevía a preguntárselo en ese tono desconfiado a Bono, hasta que Montilla lo hizo y después lo contó: «¿Cómo que queriendo? ¡Vaya sitio para hacer bromas!, Si estaba lleno de generales... Que me he confundido de verdad, Pepe»! Rajoy, tocado En el otro ángulo del Salón es Mariano Rajoy el que saluda al personal con la mano izquierda y confiesa a este periodista en un aparte el impacto psicológico del accidente de helicóptero que casi le cuesta la vida. «En ese momento, aunque sean segundos, se te viene todo a la mente, en especial tus hijos... Los hijos. Y después decides que hay que marcar prioridades, que a ver qué hacía yo allí en el aquel aparato, que a ver que íbamos a arreglar...» Rajoy confirma su satisfacción por lo bien que le van las cosas en Galicia y se siente confiado en la victoria de Alberto Núñez Feijo. Que le vendrá bien para reforzar el flanco de la sensatez que con frecuencia se queda en minoría en la directiva de su partido. Esto último no lo dice él, sino uno de sus más leales colaboradores un par de minutos después. Marín, se fue a Europa Unos metros más allá está Alfonso Guerra como presidiendo otro ángulo del salón. «Dice Marín que de la Legislatura Constituyente sólo quedamos cinco parlamentarios, pero todo el tiempo seguido sólo uno, servidor». Cierto, porque Marín se fue a Europa y el resto a sus autonomías, así que, paradojas de la vida, el viejo roquero Guerra será el verdadero enlace entre aquella Constitución y lo que pueda venir. Su resistencia a los años difíciles, incluso en su propio partido, ha dado su fruto y ahora preside la Comisión Constitucional del Congreso de los Diputados por donde pasarán los estatutos de autonomía. A ver quién cruza ese puesto aduanero con artículos de contrabando constitucional. Y ya con el Salón medio vacío, la traca final. Pedro Jota se mete en el corrillo de Zapatero en el que está el ministro de la cartera de Justicia, Jesús López Aguilar, entre otros. Y el colaborador crítico de ZP que comenta la jugada a distancia: «Ahí tienes al presidente, seguro que desplegando su arte de desconcertar al adversario. Y a los propios, dicho sea de paso». Sobre todo.

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