Diario de León

El presidente tiene un plan

Zapatero no quiere implicarse en el acuerdo para no afrontar su promesa de aprobar cualquier proyecto del Parlamento catalán y espera que el éxito del Estatuto le ayude a ganar las elecciones

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G. B. - madrid
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José Luis Rodríguez Zapatero quiere evitar a toda costa implicarse directamente en la negociación sobre el Estatuto. El presidente ha hecho oídos sordos a la exigencia de los partidos catalanes de mantener con él un encuentro bilateral para desbloquear el acuerdo. La razón es que teme que pretendan hacerle preso de su promesa electoral de aprobar cualquier proyecto de Estatuto que saliera del Parlamento de Cataluña. El jefe del Ejecutivo rechaza también un pacto a dos con Rajoy. Primero porque sería inútil. Aunque los votos del PP y el PSOE bastarían para aprobar el Estatuto en Madrid, sería rechazado por el Parlamento catalán y no prosperaría. Pero además ese esfuerzo inútil le costaría la retirada del apoyo de ERC con el agravante de que tampoco podría recabar el de CiU, con lo que se vería obligado a disolver las Cortes. Ese sería el peor escenario para Zapatero, consciente de que en este momento el PP ha recuperado terreno en las encuestas precisamente por el debate sobre el Estatuto. La estrategia de Zapatero pasa ahora por conseguir un acuerdo con los partidos catalanes, aunque sea de mínimos, para dejar aislado al PP. El Gobierno quiere tener aprobado el Estatuto catalán antes de las elecciones municipales del año 2007. Pretende que los ciudadanos visualicen que la unidad de España no se va a romper por mucho autogobierno que obtenga Cataluña ni por las advertencias apocalípticas del PP en la campaña. Y está convencido también de que para entonces, el proceso de paz con ETA estará en marcha y con visos de alcanzar el fin de la violencia. En ese escenario, confía en lograr la mayoría absoluta en el año 2008 que le permita gobernar sin las ataduras de ERC y poder recuperar el discurso nacional. Para culminar ese proyecto, Zapatero se enfrenta a no pocas dificultades. Y quizá las más graves vengan de su propio partido. Una buena parte del PSOE, entre ellos Felipe González, Alfonso Guerra y varios ministros, considera una temeridad aprobar un Estatuto catalán sin contar con el PP. Y otros muchos apuestan claramente por romper con ERC, al que consideran un socio poco serio y peligroso. En este último punto, el presidente ha perdido incluso el apoyo de sectores mediáticos tradicionalmente afines al PSOE.

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