| Testimonio | Familia González Rodríguez |
«La labor más ímproba la realiza mi padre desde hace ocho años»
En sus años mozos cuando al casarse les leyeron el formulario de los deberes conyugales no se imaginaban la trascendencia de aquello de amarse y cuidarse en la salud y en la enfermendad. Valeriano González, de 84 años, aquejado de una insuficiencia coronoria, es el cuidador principal de su esposa, Natividad Rodríguez, de 82 y discapacitada a causa de la hemiplejía que sufre como consecuencia de un ictus cerebral. Es cierto que durante los fines de semana recibe el apoyo de sus hijos, pero como dice Félix, «la labor más ímproba del cuidador la realiza mi padre desde hace ocho años». Él se ocupa de vestirla y acostarla, de todos sus cuidados personales y a Valeriano es «a quien más demanda» su esposa. La familia tiene contratada a una mujer para que haga las labores domésticas a la que pagan 540 euros mensuales más la Seguridad Social por siete horas y media de trabajo diario. La actual es la tercera trabajadora que contratan en este período: «Es un trabajo duro y y lo normal es que su valoración económica vaya subiendo», reconoce Félix. Con este apoyo y la «seguridad que da la teleasistencia» su padre puede soportar aún la carga de cuidar del matrimonio en su casita de La Bañeza. «A veces le veo cansado, pero es un hombre fuerte y creo que tiene coraje». Para Valeriano y Natividad estar en su casa es la situación ideal. Probaron en una residencia de ancianos de la localidad durante siete meses y no lo soportaron. Aparte de que el coste era muy superior - «pero lo asumimos entre todos», precisa su hijo- tenían limitadas muchas libertades, desde ver la televisión y salir, y no tenían la misma asistencia que en casa. «Digamos que el número de cuidadores en relación al número de cuidados no era suficiente», precisa Félix, aunque sí apunta algo positivo: «Allí les bañaban diariamente». Ahora tienen una ayuda de la Diputación que sufraga 20 horas del salario mínimo interprofesional de la empleada de hogar con su seguro. Son una de las veinte familias de la provincia -sólo tres en la capital- que han estrenado una nueva modalidad alternativa a la ayuda a domicilio en León. «Es una ayuda de utilidad, precursora de lo que parece que el Gobierno central quiere extender» con la ley de la dependencia, valora el hijo. Félix González, de 53 años, es una persona que se siente marcada por el esfuerzo que «tuvieron que hacer nuestros padres para que pudiéramos estudiar». Matizando que es un deber moral -«y también legal», apostilla- de los hijos atender a sus progenitores cuando lo necesitan, postula que el «Estado tendría que ser suficiente para cuidar al débil, los ancianos y los niños», pero piensa que no se logrará si los partidos políticos para ganar votos prometen bajar los impuestos: «La bajada de impuestos supone que luego no llegamos a estas cosas», los servicios sociales, la educación y la sanidad. «Tendríamos que ser conscientes de que el esfuerzo que no haga el Estado lo tendremos que hacer nosotros cuando no podamos», agrega, tras pedir mayor decisión en estas políticas.