La casa sin mamá ni papá

Tres chicos y dos chicas ocupan las cinco habitaciones del centro Jalama, ubicado en la periferia de la capital. Son de Soria, Segovia, Salamanca, Palencia y León. Los severos problemas de convivencia con los padres están en el origen del internamiento de tres de ellos. Esta medida de convivencia en grupo educativo fue decidida por el Servicio de Atención y Reinserción de Jóvenes Infractores, que utiliza esta casa colaboradora de la asociación Asecal para aplicar también medidas como el internamiento en régimen abierto o la permanencia en un centro durante el fin de semana. «Son menores que aquí funcionan y en la calle cumplen con las reglas de conducta, sin embargo en sus casas son problemáticos», explica el director, David Perulero. «Y muchas veces aquí vemos que los propios padres también necesitan una reforma», añade. No hay rejas en las ventanas y la participación de los adolescentes en las tareas de la casa es habitual, además de que quien alcance el privilegio máximo puede contar con tiempo libre de cinco de la tarde a nueve de la noche. Unos van al instituto -en ocasiones, la duración de la medida impuesta interrumpe el curso- y otros asisten a programas de formación. Incluso si es necesario se les ayuda a buscar un empleo. De ellos se encargan cinco educadores en turnos de uno. Cuando llegan lo primero que se hace es un programa de intervención individual que recoge todo lo que hay que hacer con el menor. Después se le explican las normas de la casa en cuestión de horarios y tareas. Lo demás es cuestión de tiempo. Entre los nuevos hábitos que se les inculcarán está la organización de los trabajos de la casa. En el tablón de anuncios se encuentra el calendario con las tareas del hogar. Ayudan, incluso, en la elaboración de las comidas y hasta se reparten los horarios para comprar el pan. Nueva era, nuevos delitos Desde que el centro fue abierto, Perulero ha percibido un cambio en la tipología de los delitos cometidos por los internos. «Antes casi siempre venían chavales que habían dado algún palo ( robo en la calle ) , tirones de bolsos o que habían robado alguna moto, ahora por lo que más entran es por maltrato familiar». Las agresiones y amenazas a los progenitores por parte de menores se han convertido de este modo en la primera causa de los internamientos en régimen abierto. «¡Y lo peor está por llegar!», augura David Perulero.