Diario de León

| Entrevista | Esther Fernández Molina |

«El binomio droga-delincuencia no se ha podido comprobar científicamente»

Fernández Molina sostiene que se está perdiendo eficacia en la reforma de los menores y apuesta por recuperar el modelo de intervención individualizado de los años 80

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Marco Romero - león
León

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Es la voz experta en asuntos de delincuencia juvenil del Centro de Criminología de la Universidad de Castilla-La Mancha, el único dedicado a estudiar estas conductas. Da una explicación científica a los comportamientos de nuestros adolescentes. -¿Hacia qué campo se están enfocando las nuevas investigaciones sobre delincuencia juvenil? -Una de las cosas más importantes que se está haciendo en los últimos años es la investigación comparada. Todos los países se han visto en la necesidad de crear grupos de trabajo internacionales para hacer propuestas de buenas prácticas aplicando lo que funciona bien en cada uno de ellos. La búsqueda de soluciones conjuntas es un efecto de la globalización y puede llegar a ser contraproducente, porque muchas veces los problemas locales necesitan soluciones locales. -¿Y qué es lo que están haciendo bien en el extranjero? -Por ejemplo, la justicia restauradora (reconciliaciones con la víctima y reparaciones del daño) que soluciona los problemas de un modo más informal. Si la víctima tiene intención de colaborar y el menor accede, el proceso penal se resuelve llegando a un acuerdo con el consiguiente archivo del expediente judicial. Son alternativas a la solución de conflictos. Hay veces que la parafernalia de la justicia puede ser contraproducente para el menor porque produce un proceso de criminilización. Todo lo que sea más informal muchas veces es mejor para el chaval porque lo que hace es enfrentarle a las consecuencias de sus actos, es ponerle delante de la víctima y que vea los perjuicios que le ha causado. De repente se puede dar cuenta de que ese señor al que le ha estropeado la fachada tiene problemas, trabaja mucho... -¿Algún otro fenómeno? -Se ha comprobado que desde mediados de los años 90 ha aumentado la delincuencia violenta colectiva entre los chavales, y esto es algo que tiene muy despistado a los científicos. Mientras las tasas de delincuencia se están estabilizando, la violencia sube. Aunque en España menos que en otros países, lo que desmitifica esa idea de que vamos a peor. -¿Debería endurecerse la ley que juzga a los menores? -Desde el punto de vista de la investigación científica, no se ha podido corroborar que más punición suponga más eficacia, al contrario. Lo que se ha podido comprobar es que la eficacia para intervenir con jóvenes delincuentes está relacionada con respuestas individualizadas. Y esto no tiene nada que ver con la falta de medios, sino con optimizar los que hay. -¿Los comportamientos antisociales de los jóvenes, caso del botellón, son la antesala de una conducta delictiva? -El botellón no tiene nada que ver con una conducta delictiva, más bien lo que refleja es la falta de oferta de ocio y tiempo libre para los jóvenes. El botellón es el ámbito donde se da una conducta antisocial, pero no lo es en sí misma Lo que sí es una conducta antisocial es que cada vez los chavales empiezan a beber y a consumir drogas mucho antes. El inicio precoz es un factor de riesgo para desarrollar conductas derivadas posteriores, como las delictivas o los problemas de salud mental. Pero el binomio droga-delincuencia no se ha podido comprobar científicamente. Un chico que bebe por la noche no tiene por qué acabar dándose de tortas con otro, para eso tienen que darse otras circunstancias, como que no controle la agresividad. El alcohol es el detonante, pero no la causa que explica la delincuencia. -¿Por qué hay menos delincuencia juvenil femenina? -Una gran verdad criminológica: las mujeres somos mucho más buenas (risas). El porcentaje de delincuencia femenina en general es de un 5-6%. Las menores delinquen algo más, en torno al 10% frente a los hombres. Pero lo que se sabe es que delinquen exactamente igual que los hombres, no hay nada que los diferencie. El modus operandi es exactamete igual. Se sabe que inician la conducta delictiva precozmente, como los chavales, pero abandonan antes. Hay muchas explicaciones sobre cómo se socializa de forma diferente a las mujeres y a los hombres que podrían explicar esto, como que tienen factores de protección que se le transmite en la educación y que no tienen ellos. Lo que ha hecho la criminología en los últimos años es centrarse en las pautas de socialización que se le da a la mujer para estudiarlas y aplicarlas a los hombres. -¿Existen matices locales o regionales entre un menor que delinque en León y otro que lo hace en Albacete? -Todos los chavales de todos los sitios se comportan igual. Hay diferencias entre los jóvenes que proceden del ámbito rural y los que salen del industrializado. En las ciudades hay más delincuencia porque hay menos controles informales, que son los que ofrece la familia, la comunidad de referencia... En una sociedad industrializada uno tiene menos controles informales porque al que vive enfrente le importas nada. Mientras que en un ámbito rural, unos chavales cometen un acto vandálico y cualquier vecino se va a echar encima de ellos. Además de que aquí genera problemas más fuertes porque una pelea entre chavales un sábado por la noche significa enfrentar a grupos familiares completos. En este ámbito las propuestas de mediación y conciliación suelen funcionar muy bien. Hablando de justicia juvenil, sí hay diferencias de cómo se responde en unos sitios y en otros. Las medidas que aplican los servicios autonómicos crean diferencias, porque en unos sitios se optimizan los recursos y en otros no. ­-¿La mayor criminalidad juvenil se practicará en el futuro a través de Internet? -Internet es un ámbito donde los menores son víctimas muy fáciles, más que donde el menor se desarrolle como autor de un delito. Puede haber dos hackers informáticos que te montan un tinglado de estafas o colaboran en una red de pornografía, pero normalmente hay un adulto detrás. -En su centro están estudiando la evolución de la Ley del Menor. ¿Cuáles son sus primeras conclusiones? -Toda la comunidad científica internacional con la que estamos en contacto está de acuerdo que se está yendo hacia una deriva punitiva que no lleva a ningún sitio. Aumentar años de internamiento no significa que vayamos a dar más soluciones. Un problema muy serio es que se está perdiendo la clave de la eficacia en la intervención de menores, que es la individualización. Un juez, ante un reincidente que por ejemplo ha cometido un delito violento, obligatoriamente, como en el sistema de adultos, ya no hace una mirada individualizadora y pone tal pena porque tiene que hacerlo. Esto no lleva a ningún sitio. Por eso la evolución está siendo negativa. Hay otro tema, una crítica a la política criminal en general, y es que se está atendiendo demasiado a las demandas de las víctimas. Las reformas de la ley se están haciendo a golpe de noticiario. De hecho, la próxima recoge todas las demandas de movimientos de asistencia a víctimas de delitos, pero no se le ha preguntado a un solo experto que desde el ámbito científico corrobore si esas respuestas van a ser eficaces. -¿Qué explicación da a la proliferación del acoso escolar y del maltrato a padres? -Es lo que llamamos cifra negra de la delincuencia. El acoso escolar y los menores que agreden a sus propios padres, una explicación la tienen aquí: sucedía pero no se denunciaba. Pero se está produciendo una judicialización de la vida cotidiana, y el acoso escolar es muy gráfico en este sentido: siempre lo ha habido pero ahora los casos se llevan a los tribunales a consecuencia del fenómeno mediático del caso Jokin.

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