Indomable y azote de ETA
Culto, sibarita y un punto impertinente, siempre le ha gustado epatar con su erudición o sus excentricidades y ha estado rodeado en muchas ocasiones de polémica
Eduardo Fungairiño ha sido, para bien o para mal, el gran animador de los últimos años en un sitio tan poco entretenido como la Audiencia Nacional. Autoritario pero paternalista, públicamente inflexible pero con destellos de sensibilidad en privado, ni siquiera sus enemigos le niegan la capacidad de trabajo. Quienes como profesionales de la justicia o como periodistas han trabajado junto a él aseguran que era capaz de citar de memoria la fecha de detención de cualquier etarra contenida en sumarios de más de 10.000 folios. Culto, sibarita y un punto impertinente, Fungairiño ha gustado siempre de epatar con su erudición pero también con sus excentricidades. Este apasionado del románico y la música y anglófilo declarado, cultiva el humor británico, la iro-nía e incluso el sarcasmo, lo que le ha ganado no pocos enemigos. Pero es capaz también de morir por los compañeros que aprecia, algunos de los cuales lloraron al conocer su despedida. Si Garzón fue el paradigma del juez estrella, Fungairiño fue el galáctico de los fiscales. Jefe de filas de los llamados «fiscales indomables» y gran experto en la banda terrorista ETA, Eduardo Fungairiño se va de la Audiencia Nacional, donde ha ejercido durante más de un cuarto de siglo como fiscal. Rodeado de polémica Este santanderino de 59 años, postrado en una silla de ruedas por un accidente de tráfico que sufrió en 1965, se ha visto rodeado en muchas ocasiones por la polémica, por ejemplo cuando se opuso a la entrega a España de Pinochet después de que Garzón ordenara su detención en Londres. Este «Ironside a la española» se negó reiteradamente a que se juzgara en nuestro país a los responsables de los rímenes de las dictaduras de Chile y Argentina. Adversario decidido de ETA, ha sido objetivo de la banda durante años y en 1990 sufrió un atentado con paquete bomba, que fue desactivado antes de que llegara a estallar. En uno de los juicios contra el sanguinario etarra Henri Parot llegó a llamarle «cobarde» por no asumir sus responsabilidades. Fungairiño ha tenido diversos encontronazos durante su larga carrera. En 1994 se enfrentó asl entonces fiscal general del Estado, Carlos Granados, cuando se solidarizó con el fiscal Pedro Rubira, que se mostró reticente a que se pusiera en libertad al general Rodríguez Galindo. Dos años después fue expedientado, junto a los otros «fiscales rebeldes e indomables» (Rubira, Gordillo y Márquez de Prado) por «insubordinación» ha-cia su jefe, José Aranda, que acabó siendo destituido. Su propio nombramiento como fiscal jefe en 1997 también fue controvertido, ya que fue designado por el fiscal general del Estado, Jesús Cardenal, en contra del Consejo Fiscal. Sus declaraciones ante la comisión del 11-M en las que dijo que no leía los periódicos «por higiene mental» y sólo veía «documentales de la BBC» dejaron estupefactos a quienes no le conocían.