| Crónica política | Las estrategias y los votos |
ZP maniobra, el PP va a piñón fijo
Mas aceptó ante Zapatero lo que rechazó en el Parlament, y el PP nacional se niega a aceptar lo que Piqué había defendido como posición de partido en Cataluña
Tan cierto es que el presidente Zapatero y la intención de voto del PSOE iban cuesta abajo en los últimos meses del 2005 como que las ultimas maniobras políticas han servido para detener su caída. Algunos expertos sostienen que lo peor en política es quedarse quieto y, alentado por su posible recuperación, ZP no para de maniobrar. Primero fue el pacto con Artur Mas, de Convergencia i Unió, que descolocó a Carod Rovira hasta situarlo en la puerta de salida del Gobierno de la Generalitat. Le ha seguido el tácito acuerdo con el PP para aprobar el estatuto valenciano que ha irritado a la izquierda valenciana y a la corriente simpatizante de Esquerra Republica en aquella comunidad. Después, el viaje a Ceuta y Melilla -el primer presidente de Gobierno que lo hace en un cuarto de siglo- tratando de subrayar el acento de españolidad frente a los que le acusan de no tener proyecto de país. Los mismos provocadores mediáticos que le llamaban cobarde si no visitaba la dos ciudades españolas del otro lado del Estrecho, le critican ahora por el contenido de la visita. Pero la opinión pública lo ha apreciado. En política, como en la vida misma, cuando alguien maniobra con destreza crea problemas a los demás. Ahí tienen a Carod Rovira, que tuvo que reunir de urgencia las asambleas de militantes de base para pedir un cheque en blanco por si tiene algo que pactar. Y se lo han dado, claro, ante la advertencia de que si no se suman al consenso no tiene sentido seguir gobernando. Aquel Carod que hablaba desafiante hace sólo un mes anda cabizbajo meditando bien su futuro. Soñaba con gobernar, consiguió ser primer consejero de la Generalitat, tuvo que dimitir porque cometió el error de reunirse con ETA en un secreto que terminó a voces, y ahora su partido se resiste a quedarse en el frío de la oposición. Y fíjense en las contradicciones que genera la maniobra: Mas aceptó ante Zapatero lo que rechazó en el Parlamento catalán, y el PP nacional se niega a aceptar lo que Josep Piqué había defendido como posición de partido en Cataluña. Es probable que todo termine en elecciones anticipadas en Cataluña, inevitables si Esquerra no entra en el consenso o en cuanto el Estatuto se apruebe en el preceptivo referéndum. Ahí empieza el problema: Maragall ¿candidato sí o no? El PSOE prefiere que no y José Zaragoza, el hombre que le vigila la finca del PSC a Montilla mientras hace de ministro, sostiene que el candidato «lo decide nuestro partido y el PSC apuesta por Maragall». Pero ni el PSOE va a decir lo que piensa, aunque se sospeche, ni Zaragoza tampoco, aunque se intuya. «Veo con más posibilidades a Zapatero de ganar las elecciones que a Maragall de ser nuestro candidato», declara el alcalde socialista de una de las más importantes ciudades catalanas. «El problema de Maragall es que le rieron demasiado las gracias en Madrid y cuando fueron a contenerlo ya no podían», añade en un crudo análisis del personaje. Mientras Carod vive en el desasosiego y Artur Mas se crece reforzado por el pacto en la Moncloa, el Partido Popular sigue de peregrinaje por España recogiendo firmas para su particular referéndum. De que recogerá un millón de votos, o el doble, nadie duda, porque si un partido con diez millones de votos no lo consigue es que algo va muy mal. El problema es que la obcecación de seguir con el desafío hace aflorar lo menos presentable de la sociedad española, como esa señora que en Andalucía, a la hora de firmar, le enseñaba a Mariano Rajoy la lista de productos catalanes que lleva en el bolsillo para no equivocarse en el supermercado y ser estricta en su boicot. Pero hay más: la iniciativa popular del referéndum entusiasma a Ibarretxe porque puede darle cobertura para lanzar una consulta del mismo género al margen del Estado. Zaragoza se hace la pregunta:«Ahora Ibarretxe puede decir ¿las firmas del PP sí valen y las del PNV no?». Si puede pasar, pasara. No sabemos que hay de cierto en el arriesgado juego de naipes -o de lo que sea- entre Zapatero y Otegi pero sí sabemos que Ibarretxe no tiene vela en el entierro de ETA. Y por una vela en el entierro de un grupo terrorista, o en el bautizo de un estatuto, un político es capaz de cualquier cosa. «Ibarretxe está neutralizado por la situación después de fracasar en las urnas con su plan, pero igual revive ahora con una posible consulta popular», comenta un empresario vasco especializado en apoyar inversiones vascas en el exterior. El lendakari ha pasado casi un año de ostracismo después del revés electoral y ha conocido de cerca la frialdad de los empresarios que sintieron cómo sus ventas bajaban en España. «Queremos seguir vendiendo frigoríficos en España y sólo apoyaremos un proyecto político que lo haga posible», le dijo, según circula por Euskadi, el máximo responsable de Mondragón. En el PP, la pregunta discreta sigue siendo si no habría que moverse algo dado que ZP maniobra. A piñón fijo no se puede romper la soledad. De momento, el PP ha respondido a la llamada de la recogida de fimas disciplinadamente y se ha guardado esas dudas para casa. Piqué, que desaconsejó vivamente la iniciativa ha firmado también, con una particularidad: por Internet que es una forma inteligente de escaparse de la orden del PP de plantar una mesa tipo Cruz Roja, en la calle. Barcelona no es Cádiz.