Cumple un siglo el catálogo monumental de Gómez-Moreno sin otro que lo supere

A caballo las más de las veces, en tren y en diligencia en contadas ocasiones, el granadino Manuel Gómez-Moreno (1870-1970) iniciaba hace un siglo en Astorga el recorrido por la provincia de León como comisionado del Ministerio de Instrucción Pública para redactar el Catálogo Monumental de la provincia. La obra, en cuya recogida de información emplea más de seis meses de los años 1906 y 1908, no fue publicada hasta 1925, pero constituye el único catálogo global del patrimonio histórico y artístico de León, que un siglo después no ha encontrado parangón en otro trabajo de semejante envergadura y con carácter público. Con 622 fotografías, un mapa monumental de la provincia y reseñas sobre el patrimonio de medio millar de poblaciones y enclaves el Gómez-Moreno es aún un libro de referencia en León. «Es un inventario legal con valor jurídico», asegura Alejandro Valderas, archivero y concejal de la UPL, para quien al tratarse de un encargo oficial del ministerio «todo lo que figura en él está protegido». Sin embargo no parece que esto tenga efecto real, al menos sobre determinados «descubrimientos» de don Manuel, como los restos del castillo de Alba que son destruidos por la ampliación de una cantera de caliza en la montaña central. Una calle en La Lastra Quien fue durante mucho tiempo el «historiador del arte español con más proyección internacional», según Luis Grau, director del Museo Provincial, apenas tiene reconocimientos en León donde apenas hace unos días el Pleno aprobaba dedicarle una calle en el polígono de La Lastra. No obstante, cuando cumplió en vida su centenario la revista Tierras de León le dedicó su número diez y proclamó en su presentación: «León es especialmente deudor de don Manuel Gómez-Moreno». Desde allí se lanzaba el reto de realizarle un homenaje con la reedición de las obras que realizó sobre la provincia en las que aborda desde el hallazgo de un miliario en el Bierzo a las reliquias de San Isidoro y muy especialmente la iglesia de Santiago de Peñalba. Nueve años después, en 1979, se publicaba por iniciativa de la asociación de libreros de León la edición facsímil de los dos tomos del catálogo monumental, con una tirada de 2.200 ejemplares. Manuel Gómez-Moreno inició sus campañas en León en la capital maragata, a donde llegó el 20 de julio de 1906 para trasladarse a los pocos días al Bierzo, no sin antes visitar la catedral de Astorga y concluir que su mejor joya es el Lignum crucis de los Templarios del siglo XIII. Cuenta su hija Elena que también aprovechó su estancia en la legendaria asturica augusta para enviar unas «cajas de mantecadas a la familia y a los jefes de negociado del Ministerio» por ver si su sabroso sabor contribuía a agilizar su nombramiento oficial para realizar el catálogo leonés. En el Bierzo, su primer encuentro fue «una desconocida iglesita» situada sobre el peñasco que separa los ríos Sil y Boeza. Se trata de Santo Tomás de las Ollas, la primera de las iglesias monásticas del siglo X que el historiador persiguió con pasión en la provincia. «Allí reaparecen esos arcos de herradura que identificó como visigodos en San Pedro de la Nave», en Zamora, provincia que junto con Ávila y Salamanca recorrió antes que León con idéntica misión. Un «caballito dócil y seguro» le sirve de medio de transporte para recorrer el valle del Silencio, Las Médulas, Cacabelos, Carracedo, Villafranca y el valle de Cabrera por caminos de cabras y trepando riscos. «El sentido de hospitalidad de aquellas gentes» -confiesa su hija- «sólo le falla una vez». A la leonesa, o sea, en proyecto A primeros de septiembre llega a la capital, donde la Pulchra Leonina le enamora tras el disgusto inicial al verla desmantelada por la restauración. Aquí toma contacto con Juan B. Lázaro, Juan C. Torbado, restaurador y ayudante; con Eloy Díaz Jiménez y Fernando Brieva, visita los talleres de la catedral y Miguel Bravo Guarida se convierte en uno de sus principales «aliados». Con él mantiene una intensa relación epistolar después tras sus dos estancias en León y por sus cartas se sabe que concluyó el trabajo a finales de 1909. Esta correspondencia ilustra su admiración por las bellezas naturales de León -«¡Qué hermosa es la garganta de Nocedo»- y su preocupación por la Catedral y la iglesia de Palat de Rey, pero también la imagen poco favorable que tenía de las interioridades de León: «Voy a hacerle un encargo remoto que, espero, y no por culpa suya, se quedará a la leonesa, es decir, en proyecto o en la estacada de los bárbaros que desgraciadamente colean por ahí». Le pedía a Bravo Guarida fotografías de la arqueta en la que creía se conservaba el cuerpo de San Isidoro. Pese a su desacuerdo con algunas reconstrucciones «tendentes a restablecer lo primitivo, sin base para ello», admiró los trabajos de «salvación» de la Catedral. Tras un viaje a Galicia con su esposa Elena Rodríguez regresa a León el 6 de octubre y recorre San Miguel de Escalada, Gradefes y Sandoval. Los avatares políticos de la época interrumpieron el catálogo en 1907, pero pudo retomarlo al año siguiente,. desde el 26 de junio hasta finales de septiembre. Encontró «amansado» al abad de San Isidoro y recorrió Sahagún, Valencia de Don Juan, Mansilla, La Robla -lamentó más tarde no haber entrado en una mina- Riaño, Almanza, el valle del Cea, Boñar y los valles del Porma, Cistierna, Maragatería, La Bañeza, el Páramo y Babia -«tan remota está que estar en Babia es como estar en la luna»- donde pese a la pobreza encontró a gentes «de lo más pulido». En Astorga conoce a Marcelo Macías, cuya amistad le servirá en sus rebuscas de inscripciones, y al obispo Merchán que planea abrir un Museo Diocesano. ENCARGO DEL Mº DE INSTRUCCIÓN PÚBLICA Primera campaña Segunda campaña Primero en publicarse antes que Zamora, Ávila y Salamanca