EL VIAJE DE DRID MESTARI
«Claro?que sabía que muchos morían, pero ¿qué importa dónde morir?»
Son sin papeles porque las instrucciones de las mafias son claras: quemar el pasaporte para evitar que nadie sepa de dónde eres y puedan repatriarte. La fórmula ha llevado a miles de inmigrantes como Drid Mestari desde la patera a los recintos de acogida de las oenegés en Canarias, esquivando los controles del centro de la policía, desde donde muchos son devueltos a sus países de origen. La historia de Drid, de 32 años, es un calco de la de sus compañeros de residencia. Dejó su pueblo (Sefro, en el norte de Marruecos) para buscar trabajo en Dajla, en el Sáhara marroquí. Allí, de nada le sirvieron sus estudios de electricista y acabó empleado como marinero. Tras siete años faenando, un duro revés: «El paro biológico nos impedía salir a pescar -explica en un español repleto de términos franceses-, así que pronto me quedé sin dinero. No tenía ni siquiera para una chabola, así que mucho menos para man-dar nada a casa». En esa situación nunca habría podido juntar los 500 euros que se pedían por una plaza en la patera, pero un amigo suyo era patrón en uno de estos botes y se ofreció a llevarlo gratis. «Claro que sabía que muchos se morían. Pero, ¿qué importa dónde morir? No tenía ni para comer». Así que aceptó ese puesto en una embarcación «de menos de cinco metros», donde compartía espacio con otras trece personas. «Íbamos muy apretados, pero por suerte hizo buen tiempo hasta casi el final», relata. La fortuna se les acabó a sólo unas horas de tocar tierra, des-pués de tres días en la patera: «Las olas eran muy altas y entonces sí que tuve miedo. Muchísimo miedo. Pensé que iba a morir». Sobrevivió y cuenta su experiencia desde el centro de Cruz Roja en Las Palmas. Allí vive con otros 70 hombres y siete mujeres. Tiene cama, tele, comida y ropa y además sus clases de español marchan bastante bien. Guadalupe, la responsable del centro, señala que la atención dura un máximo de tres meses y se completa con talleres formativos, asesoría legal, y una revisión médica que incluye analíticas y terapia psicológica: «Hay varios que sufren el síndrome de Ulises, con estrés postraumático después de una experiencia tan terrible, y que debemos tratar». No es el caso de Drid, aunque ya le ha pedido a sus siete hermanos que no imiten su travesía y que, si deciden emigrar, lo hagan con lo s papeles en regla. Mientras, él esperará en Las Palmas.