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León

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José Bono se erigió, desde su llegada al Ministerio de Defensa, en el defensor de la unidad de España y de los valores que encarna. Fue el ministro más crítico con los nacionalistas y no se recató a la hora de defender su propia opinión en asuntos como la reforma del Estatuto de Cataluña o la tregua de ETA, muchas veces en contra de la postura oficial del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Bono eligió un viernes de Dolores para decir adiós tras 37 años de política activa. A lo largo de su carrera, ocupó numerosos cargos, en su partido y en las instituciones. En su despedida, recordó con especial cariño sus cuatro años de diputado por Albacete, la provincia donde nació; los veintiún años que ejerció como presidente de Castilla-La Mancha y sus dos años como ministro de Defensa. Político inteligente, intuitivo y mordaz en sus declaraciones públicas, su actitud crítica ante sus propios correligionarios no varió cuando fue nombrado ministro. De hecho, al presidente del Gobierno no le importó que defendiese sus propias ideas. En público, Bono se erigió como el más ardiente defensor de la nación española y de sus símbolos. En privado, se arrogó haber influido en Rodríguez Zapatero para que el término «nación» no figure en el articulado del Estatuto y se jactó de que, de haber sido él el ministro de Cultura, los papeles del Archivo de Salamanca jamás habrían sido enviados a Cataluña. Bono es el ministro de Defensa número 427 que ha tenido España.

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