Diario de León

El negociador | Hábil e incansable, es el especialista en negociaciones y pactos

Rubalcaba desembarca en Interior para gestionar el fin de ETA y sellar la paz

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Ramón Gorriarán - madrid
León

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La designación de Alfredo Pérez Rubalcaba como ministro del Interior en pleno alto el fuego de ETA oficializa una situación de hecho. El aún portavoz socialista en el Congreso ha estado durante el último año en la central de operaciones desde la que el presidente del Gobierno pilotó los movimientos que condujeron al cese de la actividad terrorista. Ahora, tendrá que gestionar la verificación de las intenciones de la banda y, en una etapa posterior, tomar las medidas que propicien la paz. Rodríguez Zapatero necesitaba para esta fase a un dirigente de perfil muy político. El portavoz parlamentario socialista era el hombre. Sólo Zapatero tiene todas las claves de cómo se ha llegado al cese de actividades de ETA, pero el dos veces ex ministro con Felipe González es el que más piezas conoce del rompecabezas. Rubalcaba siempre ha estado en las interioridades de La Moncloa. En el Ministerio del Interior tendrá que supervisar la verificación del alto el fuego, un trabajo que no le cogerá de nuevas. Pérez Rubalcaba fue el interlocutor de los gobiernos de Aznar en materia antiterrorista y muñidor del Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo. Necesitará tejer una fluida relación con la Consejería de Interior del Gobierno vasco, objetivo que tampoco supone mayor problema dados sus lazos de amistad con el presidente del PNV, Josu Jon Imaz, con quien comparte condición de químico. Un punto de unión que ha hecho que, con la excusa de polímeros y gases, conversen día sí, día también. Su llegada a Interior servirá para engrasar las deterioradas relaciones con Defensa. Los encontronazos entre Bono y Alonso por sus competencias eran un secreto a voces. La excelente relación que mantiene con el ministro leonés (forman un tándem) facilitará la coordinación entre el Cuerpo Nacional de Policía, que estará bajo sus órdenes, y la Guardia Civil, de la que responderá Alonso. Tendrá además bajo su control un resorte determinante si se consolida el proceso de paz: el control de las cárceles. La Dirección General de Instituciones Penitenciarias está llamada a tener un papel clave porque en sus centros está recluido el casi medio millar de presos de ETA. Unos reclusos que, siempre que el alto el fuego se apuntale, serán acercados a Euskadi y Navarra, y se beneficiarán de excarcelaciones y redenciones penitenciarias. Rubalcaba se convertirá así en el hombre fuerte del Gobierno para el proceso que se avecina y, después de Rodríguez Zapatero, será el responsable, dentro del Ejecutivo, de que las expectativas abiertas no se vayan a pique. Valía se le supone, no en vano todos, amigos y rivales, reconocen que es un negociador hábil e incansable, amén de muñidor de consensos. Es, en el lenguaje de Mariano Rajoy, un político profesional. Además de ser una de las bestias negras del PP, partido en el que el nombramiento fue recibido con evidente disgusto, es un caso atípico en el PSOE. «Es un corcho, nunca se hunde», suele decir un dirigente socialista que es encima su amigo. Menos amables, sus detractores lo consideran un intrigante. Coordinó la campaña electoral que en el 2004 condujo a la victoria socialista, y en aquellos días de vino y rosas, asumió la tarea más compleja: construir una mayoría parlamentaria estable. Una vez forjada y asentada la alianza con ERC e IU, recibió un encargo del presidente del Gobierno cercano a la cuadratura del círculo: lograr la aprobación del Estatut. Se enfrenta ahora a un trabajo titánico: lograr el cese definitivo de la violencia y sellar la paz.

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