Diario de León

| Crónica | Una noche de infarto |

Un país pendiente de unas décimas

Prodi pensó que ganaba hasta las siete de la tarde, pero los suyos empezaron a poner caras serias mientras sus rivales pasaban de la resignación a la euforia

Una mujer escucha los porcentajes del escrutinio, ante la sede de la coalición del centro-izquierda

Una mujer escucha los porcentajes del escrutinio, ante la sede de la coalición del centro-izquierda

Publicado por
Íñigo Domínguez María Signo - roma corresponsal | roma
León

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«Es el fin del berlusconismo y la antipolítica, como dijo Montanelli, el país puede volver a la política» MASSIMO D'ALEMA, presidente de Demócratas de Izquierda (16.00 horas del 10 de abril) El fiel reflejo de lo que fue la larga y desquiciante jornada de ayer es que, a un cierto punto de la tarde, los políticos empezaron a callarse, cosa dificilísima en Italia. La incertidumbre se apoderó de los dos bandos, tanto de La Unión de Romano Prodi, que hasta ese momento se creía vencedora, como de La Casa de las Libertades de Silvio Berlusconi, que contenía la emoción al vislumbrar la posibilidad de un empate o incluso un triunfo. La peor parte se la llevó Prodi, y ya tiene mala suerte porque fue el único día de su vida en que Berlusconi ha sido discreto. Mientras il Cavaliere no abrió la boca en toda la jornada y sólo se supo que se había trasladado de Milán a Roma, Prodi no tardó en convocar a los medios. Con los datos de las encuesta a pie de urna, que coincidían básicamente con los sondeos conocidos y le daban la victoria, el líder del centro-izquierda anunció su aparición pública a las 18.30 horas. La plaza de Santi Apostoli de Roma, lugar de festejos de La Unión, se llenó a primera hora de la tarde, bullía de banderas rojas y todo parecía encauzarse a una celebración histórica. Sin embargo, los resultados prometidos no terminaban de cuajar y, por simple precaución, pero ya con un poco de mosqueo, Prodi aplazó una hora su comparecencia. De todos modos, los diferentes líderes de la izquierda no ocultaban su optimismo. El ex primer ministro y presidente de Demócratas de Izquierda (DS), Massimo D'Alema, ya estaba diciendo a las cuatro de la tarde que su formación había sacado 2 millones de votos más y hablaba de una «victoria histórica». En efecto, parecía que por primera vez desde la posguerra, la izquierda iba a superar en número de votos a la derecha. No había ocurrido en 1996, cuando Prodi ganó las elecciones. La remontada Las ganas de derrotar a Berlusconi y mandarlo de una vez a su casa traicionaron a D'Alema, que se mostró mucho más locuaz que de costumbre: «Es el fin del berlusconismo y la antipolítica, como dijo Montanelli, el país puede volver a la política». El insigne periodista Indro Montanelli profetizó, efectivamente, que Italia sólo necesitaba «vacunarse» contra Berlusconi, haciéndole ganar una vez, para no querer volver a verlo nunca más. Sin embargo, a medida que pasaban las horas crecía la impresión de que, quizá, aún no había llegado el día de la famosa vacuna. A las 19.30 horas, la oficina de Prodi aplazó de nuevo, esta vez sin hora fija, la aparición de su líder. A las diez, aún no había salido de su escondrijo. Las sonrisas en las conexiones con las sedes de los partidos de La Unión empezaron a desaparecer, y también los propios políticos interesados. En cambio, de pronto, los periodistas destacados en las hasta entonces solitarias oficinas de la Liga Norte, por ejemplo, empezaron a pedir la línea. Los chicos de Bossi esbozaban una sonrisa de oreja a oreja y comenzaron a dar lecciones de prudencia a sus adversarios. En la sede de Forza Italia, Antonio Tajani, líder de los europarlamentarios populares, sustituyó a su fúnebre y mesurado colega, Renato Schiffani, para proclamar con energía los excelentes resultados de Berlusconi. Para desesperación de La Unión, el centro-derecha empezaba a crecerse. Con las horas, los elementos críticos del centro-derecha se fueron dando de baja ante las cámaras y salieron a la palestra las voces más vehementes. En Rete 4, la cadena multada por su descarado forofismo por Berlusconi, su amigo Emilio Fede no cabía en sí de gozo y empezaba a frotarse las manos. Esa imagen de fiera satisfecha de uno de los iconos más repudiados del «berlusconismo» causó escalofríos en la izquierda. La pesadilla de cinco años más de Berlusconi era posible. En cambio, para los partidos del Gobierno, el milagro era una hipótesis real. Romano Prodi no podía ser más distinto de Silvio Berlusconi sea en carácter como en formación. Intelectual y estudioso, sus modales son tranquilos y educados. Sus enemigos, y también muchos de sus defensores, reconocen su falta de carisma. Su hablar lento y pausado ha sido causa de más de un chiste sobre todo cuando tiene enfrente al histriónico Cavaliere. No es un político que levante pasiones e incluso sus votantes lo consideran «un mal menor». Acusado de «aburrido», hasta su vida personal es así. Casado desde hace 37 años con una compañera de facultad, Favia Franzoni, la pareja tiene dos hijos que lo han hecho abuelo de dos nietas. Prodi siempre ha estado unido a su región natal, Emilia Romaña, donde nació hace 66 años. Ni cuando dirigía la Unión Europea dejó su casa boloñesa a la que volvía siempre. Allí le gusta salir con la bicicleta, frecuentar a sus amigos de «toda la vida» y disfrutar de un paseo con sus nietas, como hizo el domingo tras ir a votar. Ese día, con su mujer, hijos y nueras, volvió a Roma en tren, como cualquier familia. Il Professore -o Il Mortadella , por ser originario de la tierra de la mortadela- se licenció en Derecho por la Universidad Católica de Milán y se doctoró en Economía en la London School of Economics. Durante varios años su actividad profesional es-tuvo unida a la Universidad de Bolonia donde fue profesor en la Facultad de Ciencias Políticas. En 1981 fundó Nomisma, instituto de investigación económi-ca y consultoría que le dio un gran prestigio internacional. Militancia Prodi empezó militando en la Democracia Cristiana donde formaba parte del grupo de izquierda. Junto con líderes democristianos como Aldo Moro, no descartaba un «compromiso histórico» con el Partido Comunista, considerando la posibilidad de un gobierno con ellos. Aunque fue ministro de Economía y presidente del Instituto para la Reconstrucción Industrial (IRI) con gobiernos democratacristianos, no fue hasta 1995 que entró en el centro de la política italiana. En aquel momento se enfrentó a Berlusconi liderando el centroizquierda con la coalición de El Olivo que se adjudicó la victoria por mayoría relativa. Formó Gobierno con los ex comunistas, quienes, por primera vez en Italia, participaban en un Ejecutivo y precisamente fueron ellos los que, al retirarle su apoyo, hicieron caer su gobierno. Il Professore se marchó entonces a Bruselas para presidir la Comisión Europea. Tras finalizar su mandato volvió a la política italiana donde fue elegido representante del centro izquierda por abrumadora mayoría en las elecciones primarias de La Unión. Europeísta convencido y empeñado en dar de nuevo un papel importante a Italia en la Unión Europea, siempre ha acusado de Berlusco-ni de antieuropeísta. Él, que consiguió que Italia entrara en zona euro, ha tenido que oír las acusaciones de Il Cavaliere sobre el euro al que culpa de la crisis económica y del crecimiento industrial a cero. Le espera un duro y difícil trabajo, ya que que recibe la herencia de una Italia paralizada, que necesita grandes cambios estructurales y a la que ha prometido «un poco de felicidad».

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