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La localidad empieza a cerciorarse de la magnitud que pudo haber tenido el accidente

La muerte cruzó de largo el camposanto

Los afectados por el accidente y sus familias viven el día después entre el susto y la resignación

Publicado por
José María Campos Miguel Ángel Zamora - prioro
León

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Huele a quemado en la cuesta que lleva a la iglesia. Bien pudiera ser que el subconsciente traicione de la sesera para adentro, o que los garbanzos hayan sido víctimas de un reloj mal ajustado en la cocina y les hayan hecho pagar los platos rotos (chiste malo). El caso es que, donde acaban las piedras y empieza el barro, se nota que no es el cielo lo único negruzco a media mañana, y los corrillos hacen cábalas en torno al tema del día. «A mí me parece que vino por allí». «Pues yo la piedra aquella no la había visto hasta hoy». «Jacinto dice que es como si hubiera vuelto a nacer». Y asuntos varios por el estilo. Prioro parece Vallecas: hoy sólo se habla del Rayo. Procedente de Riaño llegó el cura de Santa María del Páramo a Prioro. No tiene dotes de adivino, pero, en el día después, fue el primero en sincerarse: «En seguida me dí cuenta de que había sido por la tormenta. En el pueblo, me dicen que ya habían visto caer rayos iguales en los montes, pero impresiona, y mucho». Hay veces que es bueno que se detenga el tiempo: «Si cae un minuto o dos antes, hay muchos que no lo contarían hoy (por ayer). El féretro no llegó a entrar en la iglesia, y la gente estaba esperando a ver dónde tenía que colocarse... y yo no entiendo como no pasó más, porque lo más normal es que hubiera sucedido de todo» insiste el sacerdote. Medio millar de habitantes 450 habitantes tiene el municipio. Ni es obligatorio ser miembro de la cofradía local de la que formaba parte la fallecida, ni el susto ha aumentado el número de bajas -por fallecimiento, se entiende-. Al atragantón inicial, le puso clave de humor la calle, que es lo mejor para archivar el tema con gracia: «Jacinto decía 'Me han matado, me han matado' y salió corriendo, pero al final, no tenía nada». O aquello otro de «Al de la funeraria le quedó el pantalón como pa' ir a un bautizo» en referencia al empleado de la compañía de pompas fúnebres que sufrió el destrozo completo de su uniforme a consecuencia de la descarga eléctrica». Es lo de la risa floja después de un atraco. Igual. Pero esta vez, andaba en juego la vida. Y no es broma. La peor parte no es agua pasada: «Yo lo peor lo voy a tener a partir de ahora, que cada vez que escuche tronar, me tendré que meter debajo de la cama. Las hijas de dos de los afectados por las heridas menos graves del martes, se toman con sentido de la anticipación las medidas de seguridad de cara a futuribles episodios del mañana. «Es que no sabeis lo que es pasar la noche entera pensando lo que ha pasado y sobre todo, lo que ha podido pasar. Pero bueno, la vida sigue». El día después del día después toca hoy. La mañana se levantará lluviosa, porque lo dijo el hombre del tiempo, la tarde pasará plácida, porque a este lado del a montaña, la vida lo es también (cuando quiere) y pasado mañana, que es domingo, empieza el turno de las misas en cancha ajena, que a partir de ahora, a rezar se va a los pupitres. Cosas del cielo, que no siempre manda agua de mayo.

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