| Crónica política | Lo que pasa y lo que va a pasar |
Maragall irá a una embajada
En una semana en que la consideración hacia los políticos ha bajado otro escalón, y a ello contribuyó el show de Martínez Pujalte, el culebrón catalán entra en sus tres últimos capítulos. De golpe se han resuelto dos de las cinco incógnitas planteadas: 1) Si ERC seguiría en el tripartito. 2) Si el Estatuto será refrendado. 3) Si habrá elecciones anticipadas 4) Si Maragall será candidato. 5) Si el presidente, en otoño, será Artur Mas o un socialista. Aunque algunos recomendaban esperar al referéndum, Maragall tomó el mando y resolvió de una vez dos incógnitas: echó a los republicanos y anunció elecciones. Les sentó fatal. En las últimas horas imploraron, de forma particular, el perdón de sus pecados, pero en el Senado, donde se aprobó el estatuto por tres escasísimos votos -el PSOE movilizó hasta un senador enfermo y una senadora malagueña que salía de cuentas-, se escuchó sentenciar a los socialistas: «Ciertas actitudes no son gratis». Comprobarlo ha sido duro, sobre todo para los que no comparten la decisión de ERC, como confesaba el senador Carles Bonet: «Estoy por el sí, debo abstenerme hoy para que el Estatuto sea aprobado y tendré que defender en campaña el no». La esquizofrenia está servida ya que el propio Carod Rovira confió, en privado, muy poco antes, que él no podía pronunciarse más que por el «sí», dado que se que-daba sin argumentos ante su propia madre cuando le decía: «Hijo, ¿pero el estatuto no es bueno para Cataluña? ¿Es que no avanzamos? Entonces, ¿Por qué hay que votar no?». Lo cierto es que, problemas materno-filiales al margen, no se explica lo sucedido sin ayuda de la teoría del dominó y la de los celos: Puigcercós, dispuesto a votar «sí», se ofendió en su orgullo por la foto de Artur Mas con Zapatero y se pasó al «no». Y Carod tuvo que seguirlo porque las bases del partido -o, mejor, los que van a las asambleas- se pronunciaron por el «no», y Puigcercós saltó a su grupa para descabalgar a Carod. Y así hasta la salida del Gobierno. Maragall quiso limitarla a los consejeros para controlar los daños, pero el propio Carod, que nunca creyó que se atreviera a hacerlo, exclamó dolido: «Nos vamos los doscientos». El drama, inesperado, es de grandes dimensiones familiares, porque hay mucho cargo republicano que estaba por el «sí» y que, además, tiene un in-cierto panorama laboral o un retorno ingrato. Como el consejero Manuel Balcells, que ha durado veinte días en el puesto, y que, según un allegado, «tendrá que volver a los quirófanos del hospital con lo feliz que estaba». A otro alto cargo víctima del despropósito, le espetó un colega socialista: «¿Y porque no te planteas dejar Esquerra si no compartes casi ninguna de sus decisiones?». La respuesta fue casi un anuncio: «Eso es lo que me dice mi mujer». Quedan por tanto sólo tres incógnitas: el referéndum, Maragall y el nuevo presidente. Las urnas despejarán dos. Este periódico está en condiciones de adelantar que lo más probable es que Maragall no sea candidato y termine en una embajada. Aunque su círculo más cerrado crea que todavía tiene alguna opción, el presidente parece haber decidido íntimamente que no va a presentarse y se imagina su futuro fuera de España. Una persona de su confianza le ha oído decir que le gustaría ser embajador en Turquía, porque tiene una relación muy fluida con el primer ministro Erdogan y porque es el país donde ahora mismo se produce un cruce de civilizaciones muy interesante: el Islam a un lado y la expectativa de ingreso en la UE al otro. El Gobierno estaría dispuesto a facilitarle esa salida e incluso una embajada de más rango. El propio Maragall, horas antes de cesar a los republicanos, ofreció al ministro José Montilla el puesto de primer consejero de la Generalitat para facilitarle una plataforma con más posibilidades de vencer a Mas en las urnas. El ministro, según un colaborador suyo, declinó la oferta porque, perso-almente, preferiría seguir en el Gobierno de Madrid. Otra cosa es si en las próximas semanas podrá resistir la presión del PSC, que en segunda opción dispone de Manuela de Madre y del conseller Antoni Castells, como candidatos posibles. El «show» de Pujalte En esta semana casi de infarto, el Partido Popular programó el acoso al ministro Alonso a cuenta de la condena -recurrida por excesiva- a los policías que detuvieron a los supuestos agresores del ministro Bono. La provocación sostenida del diputado Martínez Pujalte al presidente del Congreso, Manuel Marín, que no es un prodigio de cintura política, y la foto de los diputados del PP en la Asamblea de Madrid con esposas de plástico, no es seguro que haya reportado beneficios de imagen a los conservadores. Dos datos lo prueban: la incomodidad posterior de numerosos dirigentes populares y la ausencia esa tarde en el Congreso de destacadas per-sonalidades del PP. Ni Rajoy, ni Acebes, ni Ana Pastor, ni Arenas, por ejemplo, asistieron al episodio, más propio de una teleserie tipo Aquí no hay quien viva que de la dignidad de una sede parlamentaria. Sólo estaba allí Zaplana, al que no le viene mal que se hable de otra cosa en una semana en que se ha denunciado el cobro de comisiones en Terra Mítica con acciones judiciales en marcha. Si no media una reflexión de los populares, el espectáculo continuará. Como ha escrito Fernando Onega, «es de suponer que ha comenzado la gira por provincias, de tan señera tradición entre los cómicos».