Diario de León

| Reportaje | Oleada de atracos |

Mesillas de noche convertidas en un panel de seguridad

Los vecinos de los pueblos catalanes afectados por la ola de asaltos con violencia se organizan como pueden y cuestionan a la policía

Publicado por
Paco Soto - barcelona
León

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Los violentos asaltos que han sufrido en las últimas semanas muchos catalanes, sobre todo los residentes en casas y urbanizaciones aisladas de algunos municipios de las provincias de Tarragona y Lleida, obligan a perfeccionar la vigilancia. Ni las detenciones de algunos de los presuntos autores de esta oleada de robos, en su mayoría procedentes de países de Europa del Este, ni el despliegue de agentes de la Guardia Civil en comarcas de la provincia tarraconense han conseguido tranquilizar a la población. Las autoridades han hecho llamamientos a la calma e intentan frenar la proliferación de patrullas ciudadanas y las Fuerzas de Seguridad perfeccionan con rapidez sus técnicas contra las bandas de asaltadores profesionales, pero muchos ciudadanos han querido tomar la iniciativa. Blindar un chalet y colocar cámaras de vídeo vigilancia en el jardín de una casa o comprarse un perro guardián son algunas de las medidas adoptadas. Algunos ciudadanos han colocado una barra de hierro detrás de la puerta principal de la vivienda y palancas para bloquear persianas, y los más precavidos han instalado alarmas en diversas partes de la casa. El alcalde de la localidad leridana de Alcarràs, Gerard Serra, considera que las medidas de seguridad adoptadas por los vecinos de este municipio afectado por los asaltos «nunca serán suficientes para detener a los delincuentes», pero, aunque pide «calma» a la población, comprende que muchos ciudadanos estén «aterrorizados y se organicen». Muchas mesillas de noche se han convertido en sofisticados paneles de control desde donde los propietarios de las casas pueden activar los mecanismos de alarma. Escopeta de gas lacrimógeno En Ulldemolins (Tarragona), la alcaldesa Misericordia Monlleó apoya las patrullas ciudadanas y en Sitges (Barcelona) y Calafell (Tarragona) se han disparado las ventas de sistemas de teleprotección. Robert F. H. Pijpers, vecino de Calafell, ha instalado una escotilla en la puerta de entrada de su chalet desde donde piensa sacar su escopeta de gas lacrimógeno si la vivienda es asaltada por unos delincuentes. Los vecinos de una urbanización de la población barcelonesa de Teià utilizan bocinas como las de los seguidores de los equipos de fútbol para dar la voz de alerta y espantar a los ladrones. El blindaje de una casa puede costar entre 4.000 y 120.000 euros. El sistema más económico consiste en instalar sensores perimétricos que detectan la apertura indeseada en puertas y ventanas. El sistema más caro y sofisticado, que suele utilizarse con frecuencia en Estados Unidos, requiere de una planta entera de la vivienda para la seguridad. Puede ser, por ejemplo, un dormitorio sin ventanas, que dispondrá de cámaras de vigilancia, un servicio de alarma, un teléfono móvil y un botiquín, y servirá de refugio blindado y aislado del resto de la vivienda en caso de robo. La víctima de un asalto, al disparar el dispositivo, alertará inmediatamente a la empresa de seguridad a la que está conectado. ¿Dónde está la policía? La ola de asaltos y agresiones ha hecho cundir el pánico no sólo entre una parte de la ciudadanía catalana, sino también de otras comunidades, como la valenciana y Madrid. Y en todas partes la pregunta que se hacen muchas víctimas suele ser la misma: «¿Dónde está la policía?». En Cataluña, lo que se cuestiona es el modelo policial, en primer lugar porque no ha tenido en cuenta los grandes cambios sociales, económicos y urbanísticos que ha experimentado esa comunidad en la última década. En segundo lugar, porque, según diversos expertos y algunos sindicatos policiales, el relevo entre las fuerzas de Seguridad del Estado y las autonómicas no se ha llevado a cabo de una forma racional, y en los últimos dos años «se ha acelerado de manera incomprensible y por una mera cuestión de imagen». Según un miembro del Sindicato Unificado de Policía, mayoritario en el cuerpo, «el Gobierno central y la Generalitat necesitaban demostrar que tenían voluntad política para sustituir a la Policía Nacional y la Guardia Civil por los Mossos d¿Esquadra, pero están llevando a cabo este proceso precipitadamente y sin tener en cuenta las necesidades de la población y de los propios policías». Estas críticas son compartidas por muchos habitantes de poblaciones tarraconenses y leridanas, que han visto cómo se cerraban los cuarteles de la Guardia Civil sin que los agentes de este cuerpo hayan sido sustituidos por los mossos. Amplias zonas de Cataluña han quedado desprotegidas y sus habitantes a merced de los delincuentes. Ahora debe regresar la Guardia Civil. En Barcelona, algunas asociaciones de vecinos se quejan con amargura de la «falta de preparación» e «ineficacia» de los mossos.

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