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| Crónica | La semana política |

Rajoy y ZP saltan sin red

Moncloa no tuvo piedad en usar el bisturí con el Estatut

Publicado por
Manuel Campo Vidal - madrid
León

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Al igual que sus predecesores Felipe González y José María Aznar, el actual presidente del Gobierno, intenta acabar con ETA, algo imposible en los cuarenta y cinco años de vida de la banda terrorista. En la primera etapa ni se intentó seriamente. Como comentó a este cronista en su día el teniente general Manuel Gutiérrez Mellado, «Carrero Blanco y Franco murieron creyendo que lo de ETA lo resolvía una pareja de la Guardia Civil». En aquella época España ni siquiera invertía en servicios de información, salvo para detectar sindicalistas y comunistas. ETA creció sin problemas, se benefició de la amnistía general a la muerte del Dictador y disfrutó de un santuario en el sur de Francia tolerado por Giscard d Estaing, defensor de una perversa teoría: «Un sur desestabilizado ( País Vasco español), estabiliza el norte ( País Vasco francés)». Tuvo que ganar Miterrand para que Francia colaborara. Con una ETA ya con problemas, llegaron las conversaciones de Argel impulsadas por González. Y, después de otra etapa de eficaz acoso policial, las de Suiza promovidas por Aznar, aquejado actualmente de amnesia sobre esas reuniones. Ahora llega algo que no sabemos con certeza lo que será. Lo único que conocemos desde hace pocas horas es que Zapatero está dispuesto a saltar a la posible negociación, o al menos a las conversaciones previas, sin red, sin la red que le supondría el aval del Partido Popular. Rajoy anunció que rompe, que con él no cuenten para dar el visto bueno. La respuesta de Zapatero llegó ayer, vía El Periódico de Catalunya : «No voy a consentir que nadie cuestione la mejor oportunidad para la paz». «Debe de estar muy seguro de lo que hace, y tener muy buena información de lo que pasa dentro de ETA, para ir adelante, tan decidido,» comenta al Diario de León el ex diputado Miquel Roca Junyent. Roca considera que de estas apuestas tan fuertes se puede salir o muy bien, o bastante mal. De ahí el cierto vértigo que provoca la decisión del presidente, incluso en un sector de su partido que puede sintonizar con Rosa Díez cuando dice que «habrá que volver a organizar la resistencia», o con el propio Felipe González que aconseja prudencia en el proceso. Pero el proceso está en marcha y lo ha abierto Zapatero con decisión. Es su estilo porque piensa que todo se puede rectificar. Hasta ahora ha podido. No es comparable la cuestión, pero con el Estatuto catalán pasó meses de apuro al haber prometido lo que no pudo cumplir: aceptar el texto tal como llegara del Parlamento autonómico. Sin duda confiaba en que le enviarían algo asumible y al no ser así, su gente en Madrid tuvo que usar sin piedad el bisturí. Y sin anestesia. Aún resuenan los gritos de Maragall y de Carod Rovira. Pasado el mal trago y desalojada Esquerra Republicana de la Generalitat, Zapatero y el PSC suben en las encuestas en Cataluña. Si el día 18 de junio salvan la cara en el referéndum -lo que no es nada fácil porque se necesita una doble victoria, la del sí y la de la participación- entonces el problema serio lo tendrá el PP. Con el Estatuto catalán aprobado, andaluces, valencianos, gallegos y hasta riojanos querrán uno igual o muy parecido, y el PP no podrá oponerse como ha hecho en Cataluña. Y peor si lo hace. El profesor Javier Pérez Royo, quizás un tanto tremendista en su análisis, sostiene que la UCD desapareció al ser incapaz de dar una respuesta aceptable al problema de la estructura del Estado. Y eso, a pesar de haber sabido pilotar la transición de la dictadura a la democracia. Para él, los populares deben decidir si siguen en fuera de juego o si participan en la nueva estructura del Estado. «Se juegan no ya la supervivencia de la dirección actual, sino su propia supervivencia como partido», escribe en un artículo que concluye así de rotundo:» El problema ya empieza a no ser Rajoy, sino las siglas PP.» Es decir, que para Pérez Royo, y tantos otros, Rajoy, al emprender la recogida de firmas en las calles españolas contra el estatuto catalán, saltó sin red sobre un asunto delicado del que no es fácil resultar ileso. Primero saltó Zapatero, cierto, y después Rajoy. Ahora con el asunto de ETA, todavía más difícil y arriesgado, ambos han vuelto a saltar sin red: el Presidente para impulsar el proceso de diálogo con los aledaños de la banda, que puede terminar bien o bastante mal. Rajoy para decir que él no lo avalará, lo que le puede salir bien si Zapatero fracasa, o francamente mal si Zapatero logra su objetivo. Quizás Zapatero piense que también en este caso podrá rectificar, si lo necesita, para que la opinión pública le perdone el que lo haya intentado, dado que no se lo reprochó ni a González, ni a Aznar, que fracasaron. Aunque es cierto que ellos exhibieron mayor prudencia y una mejor comunicación a la opinión pública. Lo más inquietante de todo eso no es el proceso en sí, sino la incapacidad de los dos grandes partidos nacionales para entenderse en un asunto de tanta trascendencia, ni siquiera cuando Mariano Rajoy lidera el PP. Sin duda, no solo es su mejor parlamentario, aunque en el reciente debate no tuviera su día, sino el dirigente popular con más sentido del Estado y capacidad de negociación. Puede ser que la supuesta oportunidad de paz no se aproveche y ello dependerá sobre todo de ETA, que no es de fiar. Pero no será fácil encontrar un presidente tan decidido y un líder de la oposición tan capaz, aunque viva tan hostigado por los suyos.

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