Sobredosis de aplausos y de tarjetas amarillas
La primera jornada del debate sobre el estado de la comunidad estuvo plagada de aplausos más o menos espontáneos y de rifirrafes que a punto estuvieron de saldarse con alguna expulsión
Finalmente Herrera se saltó el guión y en la primera sesión del debate sobre el estado de la comunidad que se inició ayer en Fuensaldaña se habló poco de la reforma del Estatuto de Autonomía y mucho sobre el Gobierno central y sus compromisos pendientes. Casi dos horas estuvo disertando sobre lo divino y lo humano el presidente de la Junta durante su primera intervención matutina, hasta el punto de que más de un consejero tuvo que evitar las cabezadas e incluso hubo alguno que no pudo evitarlas, aunque no voy a decir su nombre por Educación. A pesar de esta larga intevención, y de las que le siguieron, ni una sola vez tuvo Otero que llamar la atención a ningún orador por el mal uso de la palabra «región». Ya se sabe que el que avisa no es traidor. Tarjetas amarillas El que sí que tuvo que llamar la atención, y mucho, fue Fernández Santiago, quien, por aquello de tratarse de una tarde de fútbol, llegó a sacar tarjeta amarilla a tres procuradores socialistas: Losa, Ramos y Bosch, empeñados en interrumpir el debate según Herrera iba acentuando las críticas al Gobierno de Zapatero. Aunque para interrupciones las del PP. Hasta trece aplausos programados y nada espontáneos se llegaron a contar a lo largo de la primera intervención de Herrera, la mayoría de los cuales, sinceramente, no venían a cuento, lo que provocó no poca chanza entre las filas socialistas, donde se preguntaban si los aplausos aparecerían entre paréntesis en el discurso leído por el presidente. Y es que ya se lo dijo Rodríguez de Francisco: Herrera gusta más cuando improvisa que cuando lee, razón por la cual quizá su partido exageró sus manifestaciones de apoyo. También le pareció exagerado a los socialistas que Herrera llamara «ZP» al presidente del Gobierno, lo que obligó al jefe del Ejecutivo autonómico a retirar la expresión no sin antes dejar bien claro que es así, con estas dos simples iniciales, como le conoce la mayoría de los españoles. De lo que sí se habló bastante fue de sanidad y urbanismo, hasta el punto que Herrera estuvo a punto de endosarle a Villalba una vivienda de protección oficial que, según él, éste había adquirido en algún momento de su vida. Nuevo rifirrafe y, por segunda vez, el presidente tuvo que rectificar y reconocer que estaba mal informado. Por lo demás, el debate estuvo plagado de referencias cinematográficas con bastante más sonoridad que gracia. Y es que al final, estos debates sirven para lo que sirven. Por ejemplo, para que Villanueva y Antón escenifiquen delante de todos, incluidos los medios de comunicación, lo bien que se siguen llevando a pesar de la tan traída y llevada crisis de la Consejería de Sanidad.