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Cataluña: tres consultas en una

Carod pelea porque venza el nacionalismo

Carod pelea porque venza el nacionalismo

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Manuel Campo Vidal - madrid
León

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Si la dificultad principal de un referéndum estriba en sintetizar en un monosílabo una opinión compleja, la tragedia de hoy de los catalanes es cómo concentrar en dos letras -sí o no- la respuesta a tres pregun-tas. Porque hoy no sólo se vota el nuevo Estatuto, ya difícil de por sí dado que no cabe el «sí, pero...», o el «no, aunque...», o el más extendido «sí, a pesar de todos vosotros, promotores del sí y promotores del no». Más difícil todavía: mediante la misma papeleta, Maragall va hoy a un referéndum personal sobre su continuidad. Resignado a retirarse hace sólo tres semanas, en los últimos días ha resucitado entre una nube de SMS promovida por su menguado equipo de fieles con mensajes como éstos: «El 18-J vota sí al Estatut y a Maragall» o «La mejor alianza es Estatut y Maragall». Ya hace 15 días, el consejero Joan Saura avisaba en privado: «Os estáis equivocando porque él maniobra intensamente para seguir». Como plan B personal, Maragall mantiene su deseo de pedir la embajada española de Turquía, como adelantó este periódico. Pero su hermano Ernest y un par de personas más lo convencieron para que no lo haga sin antes jugar a fondo la partida de hoy: mejor Barcelona, plaza de Sant Jaume, que Ankara, sobre todo para su equipo. Y de ahí que en el cierre de campaña desafiara la doctrina de la Junta Electoral -demasiado cicatera, por cierto- y se arriesgara a pedir la participación de los catalanes. ¿Postulación de Maragall? Así que, según el resultado, no descarten esta noche una autoproclamación de Maragall como candidato. El problema entonces será del PSC para sacarlo del cartel porque su salida estaba ya amortizada, también por el PSOE, y el ministro Montilla con las maletas hechas para volver a Barcelona. Pero hay una tercera consulta superpuesta: si el electorado confirma o no la recuperación de la supremacía de Convergencia i Unió en el espacio nacionalista, en detrimento de Esquerra Republicana. Por eso Jordi Pujol, al que no complacía la iniciativa de un nuevo Estatuto mejor que el de su época, se ha movilizado a fondo para pedir el sí, inclu-so desde las esencias. Hasta ha subido andando, a su edad, a la mítica montaña del Tagamanent, donde se asegura que, de joven, recibió la inspiración, más o menos divina, de que debía dedicar su vida a la causa catalana, incluso por encima de su familia. Y así se lo dijo en el discurso del banquete de bodas a la novia, Marta Ferrusola: «Cataluña estará siempre primero». Poco después fue condenado a siete años de cárcel. Esta noche será difícil echar las cuentas porque en el resultado del no se sumarán los votos fieles a Carod con los seguidores de Piqué y Rajoy y, aún, los que simpatizan con Albert Boadella, promotor del no con Ciutadans de Catalunya. Pero todo eso, la respuesta a las tres preguntas, se podrá deducir con cierta fiabilidad después en un estudio sociológico. Por eso no se exagera al decir que a partir de mañana habrá un nuevo escenario político catalán. Si acaso, quedará la duda de algunos de los principales actores. Básicamente cuatro, Maragall y Montilla para el cartel socialista y Carod y Puigcercós, para el independentista. De todos modos, el hombre decisivo para un presunto buen resultado hoy ha sido Zapatero, «el castellano que mejor ha entendido a Cataluña en toda su historia», según dijo el viernes Maragall, y sin duda el político mejor valorado allí por lo que puede mover más abstencionistas. Tan cierto es eso como que un fracaso hoy del Estatut sería el suyo propio. De ahí su esfuerzo y el recurso chocante a apelar al «espíritu del 14-M y al rechazo a la guerra de Irak». Eso es movilizar los recursos sentimentales de los catalanes, sin demasiados reparos. Pero a quien le parezca exagerada la cita de Irak debe saber que la identificación de las ciudades catalanas con ese drama es muy superior al resto de España. Barcelona en 1938 perdió mas de dos mil personas por los bombardeos aéreos. Los alemanes mataron a trescientos ciudadanos al bombardear Lérida, entre ellos al padre del maestro de periodistas Josep Pernau. Otros trescientos en Granollers y Figueras, etcétera. «Todo el mundo habla de Guernica, pero fue peor el martirio de Barcelona», señala el profesor Joan Villarroya, que enumera a este periódico más de cuarenta localidades catala-nas duramente castigadas. La lista estremece porque «ensayaban la guerra psicológica que estrenarían en la inminente conflagración mundial y apuntaban a mercados y colegios», cuenta este catedrático que dedicó a ese tema su tesis. De ahí la sensibilidad con Bagdad o el hermanamiento con Sarajevo, ciudad que visitaron en plena guerra Maragall y Roca Junyent, entonces en el ayuntamiento barcelonés. Un empresario catalán que se definió ante Diario de León como «más catalanista que nadie, pero universal y no provinciano» echaba pestes el viernes por las declaraciones de Carod al apoyar a Polonia antes que a España en el Mundial. «Menos mal que Puyol se ha convertido en un héroe de la selección y eso nos salva un poco de tanta torpeza», decía al expresar su deseo de que «se acabe cuanto antes toda esta comedia y podamos trabajar en paz». Nunca la distancia entre la política y la ciudadanía catalana, y muy especialmente el empresariado, había sido tan alta.

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