El estrellato del juez

SE PUEDE entender que el juez Grande-Marlaska, a punto de dejar su despacho en la Audiencia Nacional porque regresa Garzón de su excedencia el próximo mes, persiga implacablemente a Otegi hasta más allá de lo que parece razonable y le prohíba una comparecencia en Barcelona, organizada por personas e instituciones que no están bajo sospecha, pero es difícil aceptar la iniciativa de encarcelar a dos empresarios navarros por el hecho -parece- de haber pagado a ETA el impuesto revolucionario , una acción probablemente delictiva que sin embargo está atenuada por el «estado de necesidad» y hasta por la eximente del «miedo insuperable», según una ya muy dilatada jurisprudencia que no es cosa de descubrir a estas alturas. Es difícil, en fin, no sospechar que a Marlaska, jaleada estrella mediática, se le ha subido al protagonismo a la cabeza, con lo que ello tiene de frecuente desorientación. Sería terrible tener que soportar en este juez la evolución que ya experimentó Garzón, con la particularidad de que en éste se ha acreditado ya que hay madera, y él lo tiene tod o todavía por demostrar.